La carga de la ausencia
Otro niño, otro padre, algo parecido a una familia. En su segundo opus, Darío Mascambroni cambia la idealización del padre desde los ojos de su hijo como en Primero enero por el peso de la ausencia.
Ausencia con aviso esta vez, con destino asegurado en tragedia y la amenaza latente de que el autor de esa tragedia recupere su libertad.
El protagonista de Mochila de plomo transita en el terreno desprotegido de la infancia, sin modelos ni referentes, desconoce el pasado de su padre, promesa en el fútbol desperdiciada por la mala vida pero además tiene en su poder un juguete demasiado peligroso: el revólver que le entrega su único amigo y contenedor, otro niño, muy pocos adultos que apuntalen por llevar consigo otras cargas, otras compensaciones que buscan venganza en un mundo injusto como el que le toca vivir a Tomás sin un padre que le enseñe que las armas no son un juguete.
Darío Mascambroni nuevamente da en la tecla con un reparto de no actores en el rubro infantil y la sensibilidad de un director que nunca escapa a la realidad con atajos de estética o formalismo para generar un duro retrato de la infancia abandonada a su suerte.