Importa menos la inexactitud histórica (todo cuento de la Biblia será inexacto siempre), el cambalacherío de los decorados, las actuaciones enfáticas, los exteriores de cartón piedra, los efectos digitales realizados con una tablet de oferta. Lo que importa es que todo esto le falta al respeto a cualquier espectador que espere una película y no un video promocional y mal hecho para la trasnoche televangélica.