Mommy

Crítica de Martín Chiavarino - A Sala Llena

Cantando bajo la lluvia.

Mientras las imágenes y los sueños se disuelven en el aire, la vida sacude sus cadenas en medio de las gotas de lluvia que todo lo inunda. En medio de estos temporales, las grandes obras dejan una semilla, una mirada hacia lo desconocido, hacia la violencia cotidiana que se encuentra maquillada y amordazada para que sus gritos no agiten nuestra comodidad.

Mommy (2014), la última película del director, guionista y actor canadiense Xavier Dolan, es un drama existencial sobre la maternidad, la amistad y las relaciones familiares en una situación extrema. Diane (Anne Dorval) es una viuda que pretende salir adelante en changas en Quebec mientras cría a su hijo, Steve (Antoine-Olivier Pilon), un adolescente con déficit de atención, hiperactividad y raptos de violencia súbita en situaciones estresantes. Con riguroso detallismo, el director mira con su lente cada rasgo de la inusual madre, Diane, una mujer que quiere mantener su apariencia juvenil y sensual sin resignar su rol materno.

En medio del drama familiar que se vuelve insoportable por la falta o la imposibilidad de poner límites, o tal vez por las características de la relación misma, una vecina, Kyla (Suzanne Clément), profesora de colegios secundarios que se está tomando un año sabático, comienza a acercarse a Diane y Steve para ayudarlos en su convivencia y escapar de sus propios problemas. El trío desata una necesaria felicidad que les era esquiva a través de la amistad desinteresada, pero también convoca todo el pasado que la madre y el hijo se empeñan en olvidar creando contradicciones latentes que no tardan en estallar.

Las soberbias actuaciones de Anne Dorval, Suzanne Clément y Antoine-Olivier Pilon sostienen una trama que toca los puntos cardinales de los problemas sociales canadienses con gran sensibilidad y agudeza, atravesando musicalmente la cultura pop actual con canciones de Celine Dion, Oasis, Beck, Ludovico Einaudi, Lana del Rey y Dido, y dándole a Mommy la forma de un manifiesto generacional sobre los problemas de las nuevas relaciones familiares.

Los actores embisten con dramatismo a la cámara en primeros planos que registran cada lágrima y cada gesto que surge para estallar en escenas de gran fuerza emotiva, convirtiéndose en pequeños hermosos momentos que van creando de a poco una obra sobre un pasado cercano nunca expresado que revive a través del cuerpo para atormentar a los personajes. De esta manera, el director canadiense busca en las profundidad de la maternidad de ambas mujeres, y en la sintomática relación entre el hijo y su madre, los arquetipos universales de las relaciones familiares para crear un espejo terrible sobre el cual mirarnos distorsionados e interpelarnos en nuestras pasiones como seres que aman.