La rodilla como metáfora de la circularidad de la vida.
Después de participar en la competencia del Festival de Cannes y de cinco nominaciones a los premios César, se estrena en Argentina el film Mon Roi (2015), dirigido por la actriz y directora Maïwenn, cuya corta carrera como realizadora se encuentra en ascenso desde Polisse (2011). Mon Roi relata la pasional historia de amor entre Tony (interpretada maravillosamente por Emmanuelle Bercot, ganadora en el Festival de Cannes a Mejor Actriz) y Georgio (Vincent Cassel). El film comienza con la inmensidad de un paisaje de montañas nevadas, allí se encuentra esquiando Tony (apodo de María Antonieta), quien tras un accidente será llevada a un peculiar centro de rehabilitación. A partir de allí comenzaremos un viaje al pasado junto con la protagonista mediante la ensoñación de la pantalla cinematográfica.
Tony se ha dejado llevar velozmente por los esquíes y se ha lastimado principalmente la rodilla, por lo cual una terapeuta del centro de rehabilitación -que asocia cada trauma corporal a lo psicológico- le plantea que la rodilla es el lugar que concentra la dificultad de aceptación de ciertas circunstancias. Idea que hará emocionarse a la protagonista y llevarla a revivir con la misma intensidad que su dolor físico los conflictos de su arrebatador vínculo con Georgio. Mon Roi (“Mi Rey”, en francés) presenta así una segunda transgresión, ya que generalmente el recurso de una narración fragmentada por el recuerdo del protagonista suele utilizarse cuando los personajes se encuentran con su salud debilitada justo antes de su muerte, pero este no es el caso. La primera transgresión de la película es colocar los créditos al final del largometraje. La fragmentación es la manera que la directora elige para formalizar el proceso de curación de Tony, y también es lo que propone la terapeuta, el aceptar aquellos acontecimientos que no se pudieron asumir en el pasado. La caída libre en la nieve será la ebullición del volcán del dolor interior de María Antonieta (no es casual la elección de su nombre).
Mediante los recuerdos de Tony y sus zambullidas a la pileta (como metáfora del renacer), accedemos a este atrapante vinculo -no sólo entre ellos, sino también entre el film y nosotros como espectadores- cuya pasión es ambivalentemente, tan atractiva como destructiva. Esa relación amorosa que comienza de forma audaz irá a un ritmo vertiginoso y aparentemente perfecto, hasta que empiecen los conflictos referentes al entorno de Georgio, quien quizás no sea quién parece. Tampoco puede culparse sólo a Georgio de sus “malos” hábitos: en una pareja y en vínculos tóxicos -como los que presenta el film- ambos son cómplices y el camino de madurez de Tony estará en desprenderse de los mismos. Entre juegos mediante la repetición adrede del vestuario (como por ejemplo, su chaqueta celeste y la combinación del buzo estampado con tigres y su camiseta roja), seremos partícipes de las idas y vueltas de este romance. Si bien no es la primera vez que las discrepancias y los encuentros y desencuentros sentimentales entre una pareja heterosexual se plasman en pantalla, sí es original el enfoque de Mon Roi, el cual nos demuestra lo inagotable del lenguaje cinematográfico y cómo la simpleza aún puede sorprender… así como también las vueltas de la vida.