La rodilla de Maïwenn
La directora de Polisse no logra trascender los lugares comunes pese a narrar una historia de amor supuestamente poco convencional.
Es muy difícil hablar de una buena película cuando se elige metaforizar los sinsabores de la vida con el estado de una rodilla, pero ese es el camino elegido por la sobrevalorada directora, actriz, guionista y fotógrafa Maïwenn (Polisse) en Mon Roi.
Nominado a ocho premios César, el film narra una historia de amor supuestamente poco convencional, pero que a fin de cuentas refleja los vaivenes habituales de las relaciones interpersonales. La protagonista es Tony (Emmanuelle Bercot, ganadora del premio a Mejor Actriz en Cannes ex aqueo con Rooney Mara por Carol), y su objeto amoroso, Georgio (Vincent Cassel). Ambos se conocieron a la salida de un boliche y durante años mantuvieron un intenso romance que se desembocó en el casamiento y un hijo.
Esa historia en común es narrada mediante largos flashback mientras Tony se recupera de una rotura de rodilla sufrida durante una jornada de esquí. Ese pasado va del amor más tórrido a otros momentos de tensión surgidos cuando Georgio intenta hacerse cargo de una ex novia depresiva.
El paralelismo entre amor y rodilla es el más burdo, pero no el único. Maïwenn no ahorra en metáforas gruesas y trilladas que van desde el agua como síntoma de renacimiento hasta el habitual –y liberador- viaje en auto. Bercot sostiene su papel mediante una actuación intensa, digna del Actor's Studio y tanto o más calculada que todo el relato.