Qué canchero es Vincent Cassel. Cuando la chica le pide su celular, él se lo revolea y ella lo ataja embobada. Al minuto, Louis Garrel (galán e hijo de un gran cineasta) prueba a hacer lo mismo y el celular cae en saco roto, se desarma como un rompecabezas en la banquina. Así es como Tony (Emmanuelle Bercot) se enamora de Giorgio, y uno sospecha que Cassel improvisó decenas de veces a Giorgio, que son más o menos la misma persona, hasta que Giorgio pone la quinta autodestructiva, con sexo, drogas y manipulación. Hasta ahí, el romance de la Tony y el Giorgio era un entretenido drama narrado en dos tiempos, el presente con la chica en una clínica de rehabilitación, producto de un accidente de esquí en los Alpes, y el flashback que reconstruye su relación con Giorgio desde el punto cero. Maïwenn, la directora, es una actriz y ex pareja de Luc Besson que edulcora con acritud punk a esta relación escabrosa. Más allá del regodeo por la obsesión y el maltrato, la película tiene buenos momentos y mantiene el interés hasta el final.