Los chicos de la guerra
Dentro de una producción emergente, que en los últimos tiempos dio obras como Feriado (2014) o Saudade (2014), el cine ecuatoriano se la juega con una película histórica, que se corre de los lugares comunes en los que muchas veces cae el cine latinoamericano, para contar un relato de iniciación con un trasfondo bélico.
Mono con gallinas (2016) se ambienta a principios de la década del 40 cuando Ecuador y Perú se enfrentaron por el conflicto limítrofe. Jorge (René Pástor), es un muchacho de clase media, que repentinamente se encuentra en medio de una guerra y tras días de hambre, miedo y soledad, es capturado por el bando contario, un grupo de muchachos más cercanos a él que al enemigo que esperaba ver.
La ópera prima de Alfredo León León es ambiciosa pero también medida. Ambientar una historia en 1941 y en medio de una guerra no es tarea fácil, sobre todo cuando no se cuenta con los recursos necesarios para una producción de esa magnitud. Y más aún cuando se trata de un país con una cinematografía emergente, que muchas veces recurre al minimalismo, o en el caso contrario a un formato más cercano a la telenovela. El director tiene en claro lo que tiene y no se desborda en querer mostrar más de lo que puede. Pero también sabe que tiene un recurso a favor: la selva. Ambiente que le da la posibilidad de abrir el plano sin correrse de la época ante la aparición de un detalle que delate la realidad.
Mono con gallinas se cuenta desde la guerra pero no por eso es una película bélica, si podría encuadrarse como histórica, pero en realidad es de iniciación, del pasaje de la adolescencia a la adultez en medio de una guerra donde el enemigo podría ser tranquilamente el mejor amigo de uno. De un muchacho que en meses vivirá lo que tal vez no viva el resto de su vida.
Alfredo León León eligió para su debut cinematográfico una historia que le podría haber quedado grande pese a la cercanía filial con el personaje retratado. Que más allá de sus falencias tiene la virtud de no aspirar a más de lo que es.