Juegos de guerra
Ocho años después de Porfirio (2011) Alejandro Landes regresa al cine con Monos (2019) una historia co-escrita junto al argentino Alexis Dos Santos (Glue, Unmade Beds) premiada en casi una veintena de Festivales, entre ellos el prestigioso Sundance con el premio Especial del Jurado. Una reinterpretación de la novela de William Golding El señor de las moscas sobre la guerra protagonizado por un grupo de niños guerrilleros.
Monos se ubica en un espacio abstracto regido por la atemporalidad. En un bosque aislado un grupo de niños-adolescentes de ambos sexos reciben un feroz entrenamiento militar de parte de un superior mayor que sin embargo es más bajo que sus subordinados. El grupo responde al nombre de "Monos" y se rige bajo las órdenes de una supuesta "Organización", que seguramente representa a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). En vez de asistir al colegio, estos jóvenes han dedicado sus primeros años de vida a una causa que les han inculcado. Los soldados están a cargo de una médica (Julianne Nicholson) que tienen prisionera y una vaca llamada Shakira, que por un error muere provocando una ruptura en el grupo y el comienzo de un estado de anarquía.
Landes construye un cuento de terror sobre una generación que se dirige hacia una guerra sin fin. Y lo hace de manera fascinante creando un estado de tensión permanente a través de diversos giros narrativos que siempre se apoyan en lo gestual (el uso del cuerpo es un instrumento fundamental) como en lo formal. Si en Porfirio priorizaba lo visual con grandes movimientos de cámara y planos estilizados en Monos también utiliza los ritmos electrónicos de la brillante compositora Mica Levi (Under the Skin) y el sonido ambiente para crear una experiencia cinematográfica diferente, donde ambos elementos se unen para convertirse en un personaje más de la historia.
Al acercarse a la parábola, la película forja (este siendo su mayor logro) un universo cerrado con sus propias reglas. En Monos no hay blancos ni negros, no hay buenos ni malos, todos los personajes están llenos de matices, de grises. Se trata, como en la novela de Golding, de una aproximación a la violencia sin remitir a sujetos explícitos. El tratar el tema del conflicto armado con niños, el apartarse de una perspectiva realista y ante el claro interés de darle ambigüedad queer a todas las relaciones de los personajes, Monos se convierte en una película arriesgada e innovadora que vale la pena ver.