La primera escena de Monos, la candidata de Colombia al Oscar, es una puerta que se abre hacia un universo inclasificable. En un paraje semiabandonado de montaña, atravesado por la niebla, un grupo de chicos juega una especie de partido de fútbol con los ojos vendados. Luego festejarán un cumpleaños, moliendo a trompadas al homenajeado, como en un ritual de linchamiento. Sangre, barro, frío, besos mojados y armas. Es una milicia, que responde órdenes y está alerta ante un ataque. ¿Pichones de las FARC? Monos evita ponerles nombre, así como tampoco lo llevan sus protagonistas, que se llaman por apodos (Lady, Boom boom). El escenario de locura es tal que este grupo de chicos armados está encargado de custodiar a una rehén norteamericana (Julianne Nicholson, vista hace poco en Iniciales S.G., con Diego Peretti), a la que llaman Doctora.
El director Alejandro Landes y su elenco, hecho de actores profesionales y no, consigue una película vertiginosa e impactante. Con imágenes oníricas que hacen a la extrañeza de su realismo salvaje y llevaron a la crítica a compararla con Apocalypse Now. Como retrato de una guerra perdida, en el tiempo y el espacio, librada por adolescentes. Tan capaces de matar sin querer como de, acto seguido, ponerse a jugar en pleno trip de hongos. Un retrato del peligro, entonces, como podría haber soñado Conrad. Y una apuesta a algo distinto: contar el largo conflicto colombiano desde la acción y la adrenalina.