Superproducción francesa, de enorme éxito taquillero en su país, con un despliegue técnico dispuesto a impactar desde lo visual; Monsieur Chocolat recae en algunos subrayados típicos de las biopics más esquemáticas, otorgando así un resultado, como mínimo, parcial.
Rafael Padilla fue un artista circense de “esplendor” durante las últimas décadas del siglo XIX y principios del Siglo XX. Esclavo cubano, logró huir de su opresor español, y el destino lo llevó a cruzarse con la compañía del Circo Nuevo en el que, con el tiempo, adquiriría el apodo de Monsieur Chocolat.
Formando un dúo con el clown George Foottit, Chocolat se convirtió en el primer artista negro de su especie, y gozó de una fama que lo llevaría por caminos no tan virtuosos. Omar Sy encarna al Chocolat de la ficción y su interpretación es correcta.
A Sy, que últimamente lo estamos viendo hasta en la sopa, no le cuesta demasiado esfuerzo adentrarse en este rol que, como en toda biopic, se dedicará a resaltar las peculiaridades de su homenajeado.
James Thiérrée como Foottit es un buen partenaire, pero como la mayoría de ellos, uno se queda con las ganas de saber un poco más de él. Si bien el espectáculo es e un dúo, la película deja en claro que el foco es Padilla.
El ecléctico director RoschdyZem(Bodybuilder) realiza un correcto trabajo con los tonos visuales del film. Desde el montaje, la iluminación, el uso de determinados planos fotográficos; todo se ve enorme, de gran despliegue, como si accediéramos a uno de esos espectáculos de la edad de oro del circo, pero con cierto dejo de nostalgia antiguo, o hasta algo decadente.
Por momento pareciéramos acceder a un videoclip esplendoroso, por los ritmos e imágenes que maneja. El problema que acarrea Monsieur Chocolat es su falta de riesgos, acrecentada por un guion de CyrilGely de lo más rudimentario.
Con solo leer su premisa, podemos adivinar (casi) todo lo que ocurrirá a Padilla, aún sin conocer al personaje real. Podría decirse que intenta apegarse a los hechos verídicos (aunque se toma alguna licencia en pos del show) y, por lo tanto, no puede innovarse más allá de lo que sucedió; pero en el transcurso de la vida de un artista, un biógrafo elige que remarcar y qué dejar pasar.
Sí, Monsieur Chocolat es la historia de alguien que nace el barro, prueba las mieles deléxito, se empalaga, y ese mismo éxito lo tira abajo otra vez. Sí, Chocolat es un payaso triste. Sí, Foottit es blanco y Chocolat es negro y el espectáculo consiste en el blanco maltratando graciosamente al negro bufón; y así…
La búsqueda permanente de la emoción con todos los recursos que ya conocemos, menos el de un guion que lleve a un progreso natural, y una duración que trepa a las dos horas quedando holgada para lo que se cuenta; conforman un cuadro en el que más rápido que tarde se cae en cierto desinterés.
"Monsieur Chocolat" hubiese causado otro impacto algunas décadas atrás, cuando este tipo de historias reales sobre la marginación dentro del éxito estaban en auge y tenían con qué sorprender.
En la época actual, en el que la mayoría de las nominadas al Premio Oscar son historias sobre la segregación afroamericana, y en el que las biopics son producidas hasta por los canales de TV, surgen el mismo efecto que los espectáculos de circo actuales, entra por los ojos, pero deja muy poca huella.