Roschdy Zem, prolífico actor francés devenido en cineasta en los últimos años, nos vuelve a traer al consagrado Omar Sy ("Amigos inseparables") en otra película donde los vínculos interraciales dominan el cuadro de situación.
"Monsieur Chocolat" es la historia del primer payaso negro de circo, allá por principios del siglo XX en territorio galo. Y si bien entra de lleno en el estereotipo de biopic al que estamos acostumbrados (vida en el llano, ascenso, gloria, dinero, malas decisiones y...) en los últimos tiempos, la altura como actor de Sy, le aporta bastante colorido a esta megaproducción francesa.
El cubano Rafael Padilla (Sy) abre el film buscando trabajo en un circo donde nada parece ser de primera línea. Parece dispuesto a hacer de todo, dada su precaria situación económica.
Es allí donde encuetra a quien será su compañero de aventuras durante toda la cinta, el payaso Foottit (James Thierrée), un hombre que también busca generar un acto nuevo y que ve rápidamente en Padilla, la oportunidad de hacer un dúo de payasos distinto. Y vaya que lo era. Para la época, eran dos comediantes de avanzada a pesar de que ahora no luzcan asi.
Luego de arribar a París y ponerse al público en el bolsillo (cahetada va, cachetada viene), todo parece encaminarse para los dos colegas... Pero el color de Chocolat le trae muchas complicaciones para desarrollar su vida diaria. Hay racismo, persecusiones, violencia...No se lo respeta como artista, a pesar del éxito que obtiene haciendo dúo con Foottit...
Ahi es cuando Zem comienza a bucear un poco en la manera en que Sy se vincula con la mayoría blanca parisina. Las relaciones personales también tienen su lugar aquí, siendo que Padilla es un hombre carismático que atrae la mirada femenina y en particular la de una mujer, con la que intentará desarrollar una especie de relación, de alguna forma posible enfrentando las connvenciones de la época.
El problema mayor de "Monsieur Chocolat" es que desde el inicio, sabemos hacia donde nos dirigimos. La película está bien actuada, cuenta con un talentoso Sy, que es el centro de las miradas todo el tiempo y posee además una cuidada reconstrucción de época. Pero no tiene sorpresa. No logra un voltaje que nos arrastre hacia ese drama personal.
Por momentos coquetea con el estilo biopic de tevé y si no fuera por algunas escenas violentas (el encarcelamiento de Chccolat seguido de la tortura que deja marcas en su espalda), seguramente podría ir en una grilla de sábado a la tarde.
Está bien, es políticamente correcta (destila enojo y moral a cada fotograma) y sigue sumando a la carrera de Omar Sy, cada día un actor de mayor relieve internacional.