Monstruos eran los de antes
Al principio eran Nosferatu, Frankenstein, La momia, Drácula; cuando el cine daba sus primeros pasos. Para la década del 50 llegaban Godzilla, Reptilicus, The Beast from 20,000 Fathoms y otras enormes criaturas emergentes del océano, el espacio u otras dimensiones. En los 60 el hombre mismo pasaba a convertirse metafóricamente en uno de ellos y abarcaría cinco décadas más bajo su dominio, con el slasher, los zombies y el otrora subgénero de locos, degenerados y marginados de la sociedad.
Desde hace un tiempo el cine viene adoptando una identidad más pensada en el producto mecanizado, casi como un engranaje dispuesto a popularizarse más por sus presupuestos desorbitantes, parafernalias de efectos especiales y acción desbordada, inverosímil y superficial. Más teniendo en cuenta qué tipo de films son los que predominan en las taquillas o plataformas de streaming. Por otra parte existe una larga e innecesaria lista de películas inspiradas en video juegos que son, sin ir más lejos, una peor que otra. Un paupérrimo intento de capitalizar aún más lo industrializado (pensaron que no se podía, pero sí…).
Ojo, antes también existieron muy malas películas con monstruos de goma, decorados de papel maché, actores de cuarta y un largo catálogo de malas decisiones “artísticas” (por llamarlas de alguna manera). Las distancias se marcan en que hablamos de películas que ya cumplen más de treinta, cuarenta, cincuenta años y por lo visto en la actualidad nada se aprendió de aquellas. Ya los monstruos de goma no se ven de goma; todo lo contrario, quienes se ven más y más artificiales son las actrices bajo un arsenal de cirugías estéticas (¿los nuevos monstruos?), pero ese es otro tema. La tecnología enmendó al menos los malos resultados técnicos. Ahora el resto, que es mucho y tal vez lo más importante, es otra cosa. Regalame un bicho de cartón y caucho, sangre, irresponsabilidad y capaz hacemos trato. Veamos qué corno hizo Paul W. S. Anderson esta vez.
Podríamos decir que Monster Hunter responde a estas dos vertientes: la de la mala película inspirada en un video juego y el producto mecanizado, superficial y reiterativo de alto presupuesto. La película de monstruos exageradamente grandes, indestructibles, devastadores, y personajes que pelean cabalgando sobre ellos como si fuesen aquellos oxidados toros mecánicos de las ferias conurbanas. Acá un grupo de soldados recorriendo en vehículo los vastos desiertos es accidentalmente transportado a otra dimensión donde pululan extrañas, enormes y letales criaturas. La capitana del grupo, Natalie Artemis (Milla Jovovich), mujer de voz aguardentosa que haría sonrojar al mismísimo Batman de Christian Bale, es quien debe sobrevivir en este universo hostil cuando uno por uno sus compañeros son aniquilados. Por suerte aparece El cazador (Tony Jaa), un experimentado mata-monstruos que le enseñará los trucos y secretos para poder volverse como él. El resto del relato es Natalie intentando regresar a nuestro mundo, sin antes enfrentarse al peor de todos los monstruos para hacérsela un poco más jodida.
Tal vez a Paul W.S. Anderson lo tengan por la saga de Resident Evil, la horrorosa Alien vs Depredador y Mortal Kombat, por lo que podemos deducir los resultados de esta obra. A su favor también cuenta con la correcta El último soldado y la excelente Event Horizon, su mejor película hasta la fecha. Bueno, si hacemos un balance quizás saquemos los resultados de Monster Hunter: curiosamente es entretenida de a ratos, por momentos divierte, no es pretenciosa, visualmente no está nada mal y no se alarga más de lo necesario. Aun así es terriblemente superficial, previsible (se comió todos los clichés posibles en este tipo de películas), no hay un solo personaje con el cual encariñarse y el humor, por momentos, resulta demasiado bobo e innecesario. Eventualmente hay tantas tomas en cámara lenta que, creemos, deben alargar diez minutos de película; un mal síndrome estético de nuestro tiempo, muy grasa, muy Zack Snyder.
Hay algunos aciertos como el apellido de Natalie, Artemis, que representa a la diosa de la caza y el terreno virgen, hija de Zeus y Leto, sin que esto se subraye en ningún momento. O las tremendas piñas que intercambia con El cazador cuando se conocen, un verdadero enfrentamiento violento y doloroso como los de antes: acá los combates entre hombres y mujeres parecen no tener piedad alguna, lo que destituye las correcciones políticas sobre cómo mostrar la violencia ejercida sobre la mujer en una película; algo que jamás intenta reflejar la realidad. La banda sonora, digna de un film retrofuturista ochentoso con arpegios típicos de Synthwave y otras maquinitas sonoras, no está nada mal, aunque como pasa con el film en sí, por momentos no dice nada, resulta obvia y carente de personalidad. Mucho de lo que se hace en la actualidad exhibe similares carencias.