Montenegro no cree en la amistad, vive solo en una isla con sus perros como única compañía. Tiene un vecino que cría cerdos, César, con quien intercambian pequeños favores: uno comparte su bote para ir a pescar, el otro cocina. La relación parece estar signada por la mutua necesidad y conveniencia. Pero un conflicto entre ellos rompe ese frágil equilibrio.