En 1996, el Congreso Nacional dispuso que se construyera en Buenos Aires un monumento que conmemorara a las victimas del Holocausto judío. Diferentes trabas y burocracias retrasaron la obra hasta 2009, cuando la Secretaría de Cultura retomó el proyecto y mediante concurso público designó a los arquitectos Gustavo Nielsen y Sebastián Marsiglia para que estuvieran al frente de la obra.