Toda ciudad tiene sus monumentos que homenajean o conmemoran momentos históricos, pero muchas veces los que pasan a diario por enfrente olvidaron o nunca supieron lo que significan ni por qué se ganaron el lugar que ocupan. Por eso, cuando en 2013 los arquitectos Gustavo Nielsen y Sebastián Marsiglia comenzaron los trabajos para materializar la obra con la que ganaron el concurso internacional de proyecto cuatro años antes, las cámaras de los documentalistas comenzaron a seguirlos para dejar un registro no sólo del proceso de construcción sino principalmente de a quienes se pretendía representar con él. Con esta idea, el documental se desdobla en dos partes en paralelo. Mientras por un lado se presenta el diseño del monumento, su simbolismo y como fue materializado, al mismo tiempo la cámara se infiltra en el “Proyecto Aprendiz”, una iniciativa que empareja a sobrevivientes del Holocausto con jóvenes que reciben la encomienda de entrevistarlos y apropiarse de su relato para mantenerlo vivo de una forma mucho más emotiva que lo que podría encontrarse en un libro y poder retransmitir en el futuro algo más que simples hechos históricos. Como punto de encuentro, esos mismos relatores recibieron a los arquitectos para interiorizarse con el proyecto y de paso hacerles sentir una exigencia mayor a lo que deben haber padecido en cualquier entrega de la facultad al expresar sus reclamos, sentimientos y propuestas sobre esos bloques apilados que se supone que venía a representar su historia.
Pero la interesante propuesta de darle vida y significado a un monumento de hormigón se queda en el camino y con una sensación de superficialidad tanto en lo que muestra del proceso de diseño que llevaron a cabo los arquitectos como en muchas de las historias que recolectaron los aprendices. Por un lado, el caos con el que se muestra tanto la exposición del proyecto como las charlas más informales que le siguieron impide dilucidar mucho de lo que se expresa en esos momentos y que es lo que realmente les produce el simbolismo propuesto. Por el otro lado, aunque las entrevistas personales son en general el punto más alto del documental y varios de los sobrevivientes o descendientes tienen un carisma más que suficiente como para generar un vínculo afectivo con quienes los escuchan, no las beneficia que fueran presentadas con un montaje extremadamente estático y una propuesta de sonido demasiado despojada hasta durante los momentos cuando los entrevistados se permiten contar alguna anécdota divertida o expresan con optimismo cómo reconstruyeron su vida después de la guerra. Toda la música y juegos de cámara aparecen recién para ponerle dinamismo al proceso de la construcción del monumento tanto en los distintos talleres como en la plaza donde fueron montados finalmente los bloques de hormigón.
Conclusión:
Aunque la temática que aborda Monumento, la humanidad detrás del concreto pueda ser interesante, lo hace de de una forma muy monocorde y sin encontrar nuevas aristas a una historia que ha sido muchas veces contada.