A lo largo de su filmografía el director Roland Emmerich encontró una variedad de conceptos para destruir el mundo con diversos resultados.
Aunque algunos títulos resistieron mejor el paso del tiempo, en general a esta altura el público tiene claro lo que puede encontrar en una producción del realizador alemán. Ya sabemos de entrada que la trama será olvidable y el atractivo pasa por el espectáculo visual donde el artista enfoca toda su atención.
Moonfall es la peor película que hizo dentro de este género donde sorprende la desidia creativa de Emmerich y su pereza para ofrecer algo divertido con el delirio argumental que propone. Nadie espera que desarrolle alguna temática profunda pero sí que le ponga un mínimo de entusiasmo a su labor como realizador y en este punto se centra para mí el gran problema de este estreno.
En esta oportunidad presenta una producción desganada donde copia de manera burda las mismas fórmulas argumentales y arquetipo de personajes que ya trabajó en Día de la independencia y 2012 con la diferencia que acá se replican en un film más aburrido.
La trama no está exenta de los delirios conceptuales con los que se asocian sus trabajos pero en esta película deja la sensación que en algún momento del rodaje tiró la toalla y no le importó en absoluto la calidad del producto que iba a llegar al cine. Sobre todo en los aspecto visuales que son muy irregulares.
Salvo por la secuencia inicial que es la más lograda del film y algún que otro momento durante el clímax, el tratamiento de la acción en general resulta terriblemente artificial, como si hubieran interrumpido las post-producción.
En su última obra, Midway, las escenas de batallas contenían CGI, pero la narración era emocionante y los efectos visuales estaban cuidados. En Moonfall en más de una ocasión se nota que los actores se encuentran frente a una pantalla verde y cuando la destrucción intenta alcanzar una escala épica las imágenes parecen salidas de la gráfica de un video juego del 2002. Entre los filmes de este tipo que hizo hasta la fecha su nueva producción es la que peor va a envejecer con el paso del tiempo.
En lo referido al argumento la película está plagada de situaciones estúpidas esperables, pero en esta ocasión aburre con las subtramas innecesarias que protagonizan los familiares de los protagonistas.
Otra decepción es que se toma demasiado en serio el conflicto en lugar de divertirse más con los elementos extravagantes que cobran fuerza en el tercer acto. Sobre todo cuando tenía todo servido en bandeja para hacerlo.
El film comienza como un exponente del cine desastre y luego de la nada misma y sin anestesia vira hacia la ciencia ficción alocada en un delirio bizarro que no termina de aprovechar. Por el contrario, Emmerich satura con un exceso de escenas de exposición con la intención que la trama se tome en serio, algo imposible de conseguir, sobre todo cuando Armageddon ahora queda como un documental realizado por la NASA.
Después del trabajo que hicieron en esta producción Patrick Wilson, John Bradley y muy especialmente Halle Berry (a quien le tocaron los peores diálogos), los artistas tranquilamente puede integrar el equipo olímpico norteamericano de remo. Sin ellos tres la experiencia hubiera sido mucho más tediosa porque ni siquiera como espectáculo pochoclero el film hace el esfuerzo por ofrecer algo más entretenido. Todo se siente como un collage añejo de grandes éxitos de Emmerich que ya vimos en el pasado.
La trama encima tiene la desquiciada ambición de gestar una saga que sería un milagro si se concreta en el futuro. Me cuesta mucho recomendar esta película que está más para alguna plataforma de streaming que una salida al cine.