Tras muchos retrasos, por culpa de la pandemia del coronavirus, finalmente llega Morbius, con Jared Leto, que debió estrenarse antes que Spider-Man: Sin camino a casa. Este hecho no es superfluo para los fans que amaron la última de Peter Parker, y que quedaron con la vara muy alta.
Igual, a las películas hay que medirlas por lo que son, y a Morbius le fallan unos cuantos glóbulos blancos para defenderse de los fanáticos.
Porque este vampiro de Marvel (y no estamos hablando de Blade) no es un héroe, menos un superhéroe, sino que se trata más que nada de un antihéroe.
El cantante de 30 Seconds to Mars y ganador de un Oscar por El club de los desahuciados, que lucía irreconocible en la reciente La casa Gucci, interpreta al Dr. Michael Morbius. Desde pequeño sufre una rara enfermedad de la sangre. Una mente brillante si las hay, transformado en bioquímico, tiene pocas pulgas. Así como es capaz de rechazar el Premio Nobel en la mismísima premiación, con la misma vehemencia puede enceguecerse cuando advierte que la posibilidad de curarse es inyectarse una suerte de cocktail experimental de ADN de murciélago.
Corta, pero se hace larga
Estamos resumiendo todo demasiado rápido, porque la película también es corta, tal vez no demasiado porque se hace larga. En verdad dura 104 minutos, una rareza en tiempos en los que las películas de Marvel o DC Comics superan con holgura las dos horas.
Tampoco hay mucho para contar de Morbius, más que Michael adquiere una fuerza sobrehumana y se convierte en un pseudo-vampiro.
¿Y qué hacen los vampiros? Beber sangre. Michael bebe sangre artificial, pero Milos, su amigo de la infancia, enfermo como él, ahora multimillonario (Matt Smith, que fue el Príncipe Felipe en la serie The Crown) lo financia y quiere tener los mismos resultados que Michael.
El problema con Morbius es que es una película de acción en la que las escenas de pelea son… feas. Hay mucha, demasiada animación, no cuando Morbius se convierte -el efecto de CGI o maquillaje, o la combinación es buenísimo-, pero después, en los combates y los ataques, nadie puede creer nada de lo que ve.
Porque la incoherencia es un término un tanto fuerte cuando hablamos de situaciones planteadas en el universo del cómic, pero si nos referimos a la incoherencia interna del relato, bueno, ahí sí hay con qué darle a Morbius.
No es nuestra intención spoilear nada a quienes van a ir a ver la película. No se detengan en ver quiénes acompañan a Leto, Smith, Adria Arjona (la hija de Ricardo) o Jared Harris (Chernobyl), el médico que cuidaba a Michael y a Milo. Ahórrenselo.
¿Se acuerdan de Crímenes ocultos, o Child 44, con Tom Hardy y Gary Oldman? ¿Y de Life: Vida inteligente, con Jake Gyllenhaal y Ryan Reynolds, que era como un Alien descafeinado? Los que se ve que no se acordaron fueron los productores de Morbius, que fueron a llamar a Daniel Espinosa, el director de nombre latino porque su padre es chileno, pero nacido en Suecia. Bueno, Protegiendo al enemigo no estaba nada mal, con Ryan Reynolds y Denzel Washington. Pero pasaron diez años.
¿Hay escenas entre los créditos finales? Las hay. Son dos. Y una más desilusionante que la otra.