Morgan no es una película sobre Inteligencia Artificial, pero se asemeja bastante. Quizás demasiado a la excelente Ex Machina. La trama es casi un calco - un engendro de laboratorio es testeado, engaña a todos y planea su propio escape - con la diferencia que el filme de Alex Garland trataba sobre un robot. Chips y circuitos ganando conciencia y manipulando humanos. En cambio aquí se trata de vida artificial - quizás un sentido homenaje del director Luke Scott hacia los asombrosos replicantes que ilustrara su papá Ridley en la clásica Blade Runner -. Hay una sutil diferencia temática entre androides y seres artificiales: los primeros se entroncan con Hal 9000 - seres electrónicos superiores que ganan conciencia, se consideran perfectos y se autoproclaman elegidos para gobernar sobre el hombre - mientras que los segundos tienen su raíz directa en Frankenstein - el hombre emulando a Dios y creando algo que carece de alma (o que posee una en estado de permanente tortura al ganar conciencia de su situación) -. El subgénero de seres artificiales trae consigo un debate intrínsecamente existencial y hasta moral: como diría Ian Malcolm "no les costó nada lo que hicieron aquí; leyeron lo que hicieron otros y dieron el paso siguiente. Se alzaron sobre los hombros de genios, no asumieron ninguna responsabilidad, lo crearon, lo patentaron y lo pusieron en una caja para venderlo". Tomaron algo que era posible y lo materializaron sin siquiera plantearse si debían, si era ético o siquiera moral. ¿Qué cosa puede salir de un laboratorio?. ¿Qué tipo de vida le van a ofrecer?. El producto final es algo que se ve como una persona pero definitivamente no es humano. Es un engendro creado en una probeta y a la legua te das cuenta que algo falló en la receta. Los seres humanos somos algo más que la suma de los componentes, pero eso es algo que - sangrientamente - terminarán por descubrir estos científicos en su espiral de locura y sentimientos encontrados.
El problema con Morgan es que plantea un montón de temas interesantes y después no termina por tratar siquiera uno con cierta decencia. Es un filme prolijo y hueco, plagado de buenas actuaciones en papeles irrelevantes - que alguien me diga cuál fue el propósito de contratar a Jennifer Jason Leigh mas de que tortearla mal en las tres escenas que le corresponden -. El apellido de Scott ha servido para convocar a un cast super sólido - y es posible que Morgan sea mas que mirable debido a su elenco -, pero la historia no lo amerita. No es un filme malo pero da la impresión que arranca con una premisa apasionante, da un par de pasos interesantes y después no sabe qué hacer, razón por la cual se mete en una rutina tipo Alien (otra de papá Ridley) con engendro suelto en los corredores y matando a todo aquel que se cruza en su camino. (alerta spoilers) Y si esto fuera poco, se despacha con una vuelta de tuerca shyamalaniana que es mas estúpida que sorprendente (¿otro homenaje a papi? ¿como la idea que Deckard era un replicante de clase superior?) (fin spoilers).
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El inicio del filme es bueno. Morgan ha rebanado a la doctora que compone Jennifer Jason Leigh y Kate Mara es enviada al laboratorio para determinar si la muchacha artificial sigue viva o es exterminada. A la legua se nota que la Mara tiene mas pinta de asesina profesional que de asesora corporativa, y el tiempo termina por darnos la razón. Para evaluar qué tiene adentro del coco el engendro han traído a Paul Giamatti, el que compone a otro personaje (un siquiatra esta vez) tan anodino como inteligente y el cual ya es su marca de fábrica. La entrevista entre Anya Taylor-Joy y Giamatti es lo mejor que tiene para ofrecer el filme, sencillamente porque la presencia de la muchacha es casi alienígena: es un ser de expresiones inocuas pero respuestas moralmente erróneas ("¡Me dí cuenta que fue un error apuñalar a la doctora Grieff!. ¡Díganle que lo siento, lo siento mucho!. ¡No sabía lo que hacía!"), lo que a las claras habla de que estos tipos han creado una sociópata de laboratorio. Y cuando Giamatti se pone cada vez mas intenso y amenazante, ¡zas!, lo manda al otro barrio en un desenlace que - aunque era esperado - no deja de ser impactante.
Lo que sigue es una bobada. Primero, porque el filme no da tiempo a hacer un debate profundo y original sobre la vida artificial, si Morgan es un humano o se trata de un engendro seriamente fallado, y si lo que pasa se corrige con educación o es definitivamente un perfil sociopático inalterable. En cambio decide transformarse en una de acción simplemente porque la gente se vuelve idiota y sentimentaloide con la asesina en serie, error que termina por convertirlos en pasto para su cosecha. Segundo, porque todo el mundo se deja sorprender como si fueran niños de cinco años, incluso los adultos con cierta experiencia en armas y artes marciales, y a sabiendas de que la niña ya ha mutilado dos personas a esa altura. Después, porque la sucesión de vaivenes sentimentales de Morgan carece de lógica. Y por último ese final, artificial y poco creíble al mango.
Morgan es un filme cobarde porque, en vez de explorar las repercusiones cientificas, morales, lógicas del experimento, decide decantarse por una rutina de acción quizás para atraer a un público mayor (o quizás porque no se le ocurrieron mas ideas interesantes al guionista). Si tan solo Luke Scott hubiera visto un poco mas de Blade Runner, quizás hubiera aprendido sobre el drama existencial de un ser artificial, un individuo creado en laboratorio y despreciado por todos - diseñado para las tareas mas sucias -, pero que ha desarrollado un espíritu voraz de conocimientos en su breve periodo de vida. Basta ver el final de Blade Runner - con el monólogo de Rutger Hauer bajo la lluvia, sosteniendo la paloma - para obtener algo mucho mas apasionante y abrumador sobre seres artificiales que lo que ha hecho Luke Scott en estos 90 minutos de largometraje.