En 1992, Ed Boon y John Tobias dieron inicio a la célebre franquicia de videojuegos de lucha «Mortal Kombat», la cual, como todo éxito, amplió sus horizontes, estrenando tres años después su primera película de acción en vivo (live action). Ésta, a cargo de Paul W. S. Anderson, un experimentado en la adaptación de videojuegos a la pantalla grande, fue bastante aceptada entre los fans del juego, pero no así su secuela, estrenada en 1997 y bajo otra dirección, que se catalogó como una gran decepción, haciendo que nadie quiera volver a intentarlo por mucho tiempo. Ahora, más de 20 años después y con once entregas del videojuego hasta el momento, la franquicia suma un nuevo largometraje que con sus avances ha dejado a los fans con grandes expectativas. ¿Estará a la altura?
El film, que representa el debut en la pantalla grande del director Simon McQuoid, nos presenta a Cole Young (Lewis Tan), un luchador de MMA que pronto se ve envuelto en problemas cuando aparece Sub-Zero (Joe Taslim) en su búsqueda para eliminarlo por orden de Shang Tsung. Gracias a esto, el camino de Cole se cruzará con grandes luchadores como Jax, Sonya Blade, Kano y Liu Kang, entre otros, que buscarán unir fuerzas y entrenar duramente para evitar el dominio del Reino Exterior sobre el Terrestre enfrentándose en el milenario torneo conocido como «Mortal Kombat».
Como su nombre lo dice, lo más importante de la película son los combates mortales, y estos están muy bien logrados, ya que no solo fueron inteligentes en poner en ellos verdaderos profesionales en artes marciales y coreógrafos del cine de acción, sino que se consiguen apreciar gracias a los buenos planos, su distintiva banda sonora y los excelentes vestuarios que demuestran un minucioso trabajo. Además, no podemos dejar pasar los altos niveles de gore, representativos de la franquicia: desde sangre a montones (incluso por el más mínimo golpe) hasta desmembramientos y órganos fuera de lugar, el largometraje lo tiene todo para ser una experiencia tan gráfica como sea posible.
A diferencia de sus predecesoras, esta nueva adaptación contaba con dos grandes ventajas que el director supo aprovechar muy bien: mejores efectos especiales y casi 30 años de historia sobre este universo en la que basarse. McQuoid, proveniente del mundo de la publicidad en videojuegos, hizo uso de su experiencia tratando no solo de satisfacer a los fanáticos ya establecidos, haciendo múltiples referencias a los juegos, ya sea con frases icónicas como recreando escenas emblemáticas, sino también buscando atraer a la nueva audiencia que no está familiarizada con la franquicia y necesita entender lo que ve.
Esta idea de buscar un equilibrio entre los espectadores se reflejó al agregarle un giro argumental a la obra: la introducción de un nuevo personaje a la trama. El papel de Cole logra funcionar como recurso para presentarle la historia al espectador a la vez que el protagonista se va introduciendo en ella, sin embargo, allí es donde detiene su brillo, ya que si en algo consigue fallar el film es en las actuaciones fuera de la pelea, causadas parcialmente por un guion básico que, además, no logra explotar la experiencia de Hiroyuki Sanada (Scorpion) y cuyo único salvavidas fue la excepcional personificación de Josh Lawson como Kano que entretiene al espectador en todo momento y enorgullece a los admiradores del juego.
Muchos están de acuerdo en que las películas basadas en videojuegos siempre tienden a ser un fracaso, tanto en taquilla como entre las opiniones de los fans. Sumado a esto, la primera película de «Mortal Kombat» dejó la vara muy alta para los futuros proyectos cinematográficos al ser un reflejo de su esencia, más allá de tener algunas carencias. No obstante, estamos frente a una digna representación de la franquicia que a pesar de tornarse aburrida cuando no están matándose o no está Kano en pantalla, logra unas escenas de acción destacables y, como es debido, sangrientas.