Entre los jóvenes gamers de la década de 1990 había una grieta insalvable. Por aquel entonces, se debatían entre el Mortal Kombat y el Street Fighter, los arcades de lucha más icónicos de fines del siglo 20. Si bien Street Fighter apareció primero, lo que hacía diferente a Mortal Kombat era el realismo de sus peleadores, además de ser más agresivos y sangrientos, lo que llevaba a que cada combate se viviera con más intensidad y emoción.
Por esos mismos años, en 1995, se hizo la primera adaptación al cine del Mortal Kombat, a cargo del especialista en la materia Paul W. S. Anderson (Resident Evil). Pero ni el público ni la crítica quedaron conformes con esa primera película basada en el videojuego creado por Ed Boon y John Tobias en 1992, ya que solo se limitaba a cumplir con las convenciones estéticas y narrativas de la época.
Luego vino una segunda parte que pasó sin pena ni gloria, una animación, series de televisión y una seguidilla de ediciones del videojuego (va por la número 11). Hace unos años, cuando se empezó a hablar de una nueva versión para cine, los fanáticos pusieron sus expectativas por las nubes. El encargado de dirigir este reinicio de la franquicia Mortal Kombat es el debutante Simon McQuoid, quien, con la mano de James Wan como productor, se encarga de cumplir con lo prometido.
La película reconstruye con pragmatismo, y con mucho sentido del movimiento, la mitología del histórico campeonato de lucha y el surgimiento de la rivalidad entre sus antagonistas principales: los ninjas Sub-Zero y Scorpion. Lo que hay que destacar también es el acierto del director en introducir un personaje nuevo para que la trama no quede encasillada en el monolítico mundo del videojuego. El personaje, que hace de hilo conductor de la historia, es Cole Young, protagonizado de manera convincente por Lewis Tan.
El prólogo, ubicado 400 años atrás, muestra cómo Bi-Han (Joe Taslim), antes de ser Sub-Zero, mata a Hanzo Hasashi (Hiroyuki Sanada), antes de que se convierta en Scorpion, y a su familia. Hanzo jura venganza y se va al infierno para poder volver. En el presente, el luchador de artes marciales mixtas Cole (Lewis Tan) entrena en un gimnasio de segunda y lleva una marca de nacimiento con forma de dragón.
Lo que Cole no sabe es que Shang Tsung (Chin Han), el emperador del Mundo Exterior, planea llevar adelante el décimo torneo de Mortal Kombat, en el que sus luchadores se enfrentarán contra los elegidos de la Tierra. Shang Tsung y Sub-Zero quieren liquidar a todos, sobre todo a Cole.
Mortal Kombat es mucho más sanguinolenta que las adaptaciones anteriores. Los efectos especiales de las fatalities están más logrados y los villanos son más temibles y duros de matar. McQuoid luce un sorprendente virtuosismo para ejecutar las escenas de acción, que van de la brutalidad gore a las precisas coreografías de peleas cuerpo a cuerpo, y entrega una escalada de violencia con momentos salvajes y creativos, en los que la efectividad de los golpes mortíferos logra un continuo entusiasmo en el espectador.