Durante bastante tiempo este film no sólo fue una incógnita sino también un “alerta de posible pelotazo”, ya que se acercaba su estreno y se sabía poco y nada.
Todo cambió cuando fueron apareciendo los trailers, ahí nos dimos cuenta de que se venía algo copado.
La propuesta está a la altura de su promoción, garpa mucho como film de artes marciales y también como adaptación de videojuego. Lo que a priori amalgama esas tres cosas es la violencia, motivo por el cual llama mucho su atención la calificación de “Apta para mayores de 13 años con reservas”. Pero bueno, muchas veces las calificaciones por parte de los comités del INCAA no tienen sentido alguno.
El director Simon McQuoid hace un gran laburo en su ópera prima. Y si bien no le imprime un estilo en particular, la acción está muy bien hecha y el film fluye desde la puesta.
Sin embargo, tiene ciertos problemas de montaje. Hay cortes medio abruptos, los cuales se reflejan en la historia. De ahí es donde el guión pierde fuerza. Amén del código que te plantea desde el minuto uno, del cual sino entrás es imposible disfrutar.
Lo mismo pasa con el elenco: en caracterización y presencia están excelentes pero sus diálogos rozan lo ridículo muchas veces. Pero no hay nadie que desentone. Están todos bien y te dejan con ganas de mucho más.
Lo más importante de la película es su mística. Ya son varias las generaciones que crecieron con alguna versión de este videojuego y todos encontrarán aquí un gran placer en las “fatalities” y en ciertas frases muy bien puestas.
Amén de la reversión del famoso tema musical. La adaptación de 1995 fue la gloria para los que éramos chicos en ese momento y ahora le llegó el turno a un nuevo público de gozar, a modo de live action, a estos personajes.