Basado en el popular videogame, Mortal Kombat viene a revivir a pura sangre y violencia lo que se presume será una saga, y que por lo que se ve en esta primera entrega, no defraudará a los fans.
Y tampoco hay que ser un experto en “fatality” (movimiento de lucha) ni saber absolutamente nada del juego. Porque hay tanta acción, combates y personajes en esta lucha entre el Bien y el Mal que no le dejarán tiempo libre a los espectadores para mirar otra cosa que no sea la pantalla.
Este tipo de filme se estructura no por una línea argumental -que Mortal Kombat igualmente la tiene- sino por el cosido de las escenas de combate.
Entonces las coreografías deben ser impactantes, y depende de la puesta de cámara(s), del montaje y los efectos de sonido que el “espectáculo” se arme y sea disfrutable.
Por fortuna el director debutante en el largometraje Simon McQuoid, que proviene del cine publicitario, no apeló solamente a los planos cortos, por lo que las peleas se entienden.
Hay muchos efectos visuales, y las coreografías de las peleas son imponentes.
La película es producida por James Wan -el creador de la saga de Saw o El juego del miedo, y de El conjuro-, por lo que el suspenso y la sangre están garantizados.
Para los que conocen alguna de las versiones del videojuego, la película arranca hace 400 años en Japón, con Hasashi (Hiroyuki Sanada) y su familia viviendo apaciblemente, hasta que llega el malvado Bi-Han, que asesina a Hasashi, su esposa y su hijita. Pero queda vivo su bebé.
Ya en tiempo presente, quien tiene el logo del dragón en el pecho -creyendo que es una marca de nacimiento- es Cole Young (Lewis Tan), un luchador más o menos profesional, que cobra doscientos dólares por pelea y para que lo muelan a golpes.
No, no es malo, y deberá no serlo, porque está predestinado a formar parte del Team de Campeones de la Tierra que se enfrentarán, en el décimo torneo de Mortal Kombat, a las fuerzas oscuras.
Sí, ésas que han vencido en las nueve contiendas anteriores, y que si vuelven a hacerlo se apoderarán de todo.
Pero para llegar allí -y como ya dijimos, esta Mortal Kombat es la primera de una saga- hay que presentar al resto de los personajes.
Están Jax (Mehcad Brooks), el afroamericano que es uno de los guerreros, y es quien le da la noticia de que es un elegido, y Blade (Jessica McNamee), la rubia que no tiene marca alguna, pero ha investigado mucho.
Y está Kano (Josh Lawson), un mercenario que con tal de cobrar tres millones de dólares, se suma a la aventura. Kano es un personaje que atrasa unas décadas, que suelta comentarios misóginos.
Como sea, llegan al templo de Lord Raiden, donde todos entrenarán con otros guerreros, como Liu Kang (Ludi Lin), que arroja bolas de fuego, y Kung Lao (Max Huang), que podríamos denominarlo el Sombrero loco, que usa su sombrero como arma mortífera, además de sus puños.
Pero, siempre hay un pero, para complicar las cosas Bi-Han se ha convertido en Sub-Zero -entre otras cosas tiene la habilidad de congelar todo-, y llega con sus secuaces del Mundo Exterior. No pueden esperar al combate, y quieren asesinar a los buenos cuanto antes.
Lo dicho, Mortal Kombat es todo un despliegue de imágenes potentes, con música trepidante de Benjamin Wallfisch, el compositor de Blade Runner 2049 y las dos It. Son casi dos horas de acción.