Una serie de eventos desafortunados
Guionista de renombre (La muerte le sienta bien, Jurassic Park, Carlito’s Way, Misión: Imposible, La habitación del pánico, El hombre araña, Guerra de los mundos) y director con múltiples altibajos, David Koepp filmó esta comedia de enredos policiales y románticos a partir de una novela de 1973 (Don’t Point That Thing at Me, primera entrega de la trilogía de Kyril Bonfiglioli), cuya transposición extrañamente no hizo él sino Erick Aronson.
Película decididamente fallida (básicamente porque de su andanada de gags muy pocos funcionan), se trata -de todas formas- de una producción particular. No está hecha con desgano, con desdén, tiene un ritmo trepidante, un despliegue de producción asombroso y un elenco de primer nivel (con varias figuras, como Gwyneth Paltrow o Jeff Goldblum, bastante desaprovechadas).
A la hora de buscar referencias, el Charlie Mortdecai de Johnny Depp (cuya sobreactuación deja en la comparación a su pirata Jack Sparrow como un personaje minimalista) bebe tanto del Jacques Clouseau de Peter Sellers en la saga de La Pantera Rosa como del Austin Powers de Mike Myers.
Se trata de un aristócrata en decadencia financiera y en crisis con su esposa (Paltrow) que es convocado por el inspector Martland (Ewan McGregor) para ocuparse del caso del robo de una pintura de Goya. El triángulo amoroso que involucra al trío protagónico, los chistes más bien torpes (por ejemplo, sobre el ridículo bigote que se deja Mortdecai) y la acumulación de absurdos eventos (robos, persecuciones, fiestas y una sucesión de engaños y traiciones) hacen del film una absoluta rareza, un producto demodé, un delirio sin rumbo matizado con algunas hilarantes intervenciones de Paul Bettany como un Don Juan y fiel guardaespaldas del protagonista. Un despropósito simpático, es cierto, pero despropósito al fin.