“Mortdecai, el artista del engaño”, está basada en una serie de libros de Kyril Bonfiglioli en los que el protagonista, Charlie Mortdecai, es un antihéroe que, con el propósito de sostener sus caro y sofisticado estilo de vida, recurre a negocios dudosos dentro del bajo mundo del arte europeo.
Antihéroe carismático, negocios dudosos, mantener una vida lujosa, codearse con el bajo mundo. Teniendo en cuenta los personajes que Johnny Depp ha elegido interpretar en los últimos años, independientemente de los resultados, es fácil ver por qué le pareció una buena idea llevar los libros en cuestión a la pantalla grande.
Es una pena que sea poco lo que la dirección de David Koepp (responsable de guiones de la talla de Jurassic Park, Mission Impossible y Spiderman), y las actuaciones de reparto de Gwyneth Paltrow, Paul Bettany y Ewan McGregor pueden hacer por rescatar una historia y un personaje que, en manos de Depp, se vuelve flojo, denso y repetitivo.
El guión, que en rigor no es de Koepp sino de Eric Aronson, es de por sí algo trillado y predecible: la historia gira alrededor del intento de Mortdecai (Depp) de recuperar su fortuna, que ha ido mermando a causa de su estilo de vida, pleno de excesos y evasiones fiscales que lo sumergen en una deuda con el estado de más de 8 mil libras.
Su esposa Johanna (Paltrow), comienza a planear la venta de sus posesiones, en un intento de hacerse cargo del honor familiar y salvarlos de la ruina – hasta que Alistair Martland, un agente del MI5, recurre a Charlie por el robo de un cuadro que, según se rumorea, ha entrado en el mercado negro. Sin dudarlo demasiado, “el artista del engaño” se embarca en la aventura de recuperar la obra junto a su fiel guardaespaldas Jock (Bettany), y comienza una serie de enredos y confusiones, amorosas y no tanto, que Charlie deberá resolver, no sin mucha (muchísima) ayuda de quienes lo rodean – haciéndolo quedar como en estúpido en casi todas las ocasiones, al punto de que deja de resultar gracioso.
Dentro del género de la comedia, el humor se agota a fuerza de repetición, clichés y elementos obvios colocados con el único propósito de recurrir al chiste fácil en los momentos de relativa tensión.
David Koepp es conocido, entre otras cosas, por haber escrito guiones altamente taquilleros y que, para bien o para mal, devinieron en clásicos pochocleros, y ya había dirigido a Depp en La Ventana Secreta – quizás en un género y una etapa de la carrera del actor en la que era más fácil de dirigir, o menos difícil de sacar del estado de personaje permanente que, a esta altura, lo hace parecer siempre igual.
Si parecía que lo que perjudicaba a Depp era la asociación con Burton, cuyo estilo y personajes también han devenido en clichés algo gastados con el tiempo (aunque defiendo mucho más a Burton), Mortdecai viene a despejar algunas dudas. Y poner de manifiesto que su estadío de pelmazo se traslada a todas las producciones en las que parece tener cierta libertad de elección dentro del guión.
Sería injusto condenar del todo el film, que podría zafar en un momento de aburrimiento. La fotografía está muy bien, y ciertas partes de la trama, en las que seguimos las peripecias del jet lag de la alta sociedad, resultan simpáticas. Para ver sin muchas pretensiones.
PUNTAJE: 4/10