Si una palabra puede definir a Mortdecai es rara. Y su rareza deviene tal vez del notable esfuerzo en retomar el espíritu de esos films de La Pantera Rosa supieron deleitarnos hace décadas atrás. Sin embargo la apuesta del director no logra conseguir su cometido y naufraga en un mar de equívocos tanto estéticos como actorales. Convengamos que David Koepp no es Blake Edwards ni Johnny Depp es Peter Sellers (de hecho hace rato que no deja de ser Jack Sparrow) y esta falta de identidad tan burda convierte al film en una copia de mala calidad del mejor humor británico-estadounidense.
Paradojas de la vida nuestro héroe Mortdecai, basado en una saga literaria de Kyril Bonfiglioni, es un falsificador de obras de arte. Un granuja sinvergüenza ,pero con estilo que atento a sus continuos despilfarros se ve en la necesidad de conseguir dinero rapidamente.
Y en esta aventura estará acompañado por su esposa intepretada por Gwyneth Paltrow y su fiel servidor en la piel de Paul Bettany. Juntos tratarán de dar caza a una preciada obra de Goya siendo reclutados para ello por el agente Martland (Ewan McGregor), quien además esta fervientemente enamorado de su esposa. Con lo cual se configura lo que podría ser un interesante triangulo amoroso de no ser por el mediocre guión que lo enmarca.
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La adaptación de los relatos de Kyril Bonfiglioni se muestra torpe en la pantalla, con chistes que atrasan y que remiten a un humor que no se encuentra logrado. Si a eso le sumamos a un Johnny Depp crecido y componiendo el mismo personaje que interpreta desde hace años la ecuación nos dará una propuestas con buenas intenciones pero un conjunto de fallidos que no paran de desilusionar.
Una réplica simplona de un humor que, en su versión original, solo permanece vigente por su exquisita calidad. Elemento que claramente le falta al film de David Koepp.