La era de la vacuidad cáustica.
Mortdecai, la última película del guionista y director David Koepp, es una adaptación de la primera novela gráfica de la trilogía de Mortdecai, Don’t Point that Thing at Me, editada durante la década del setenta como una burla y cuestionamiento del decadente mundo del coleccionismo de arte por el escritor y art dealer Kyril Bonfiglioli. El mítico personaje de Bonfiglioli, basado a su vez en los comics de P.G. Wodehouse, es un antihéroe clásico -millonario quebrado, traficante de arte y estafador en serie- que se ve envuelto en la investigación de un asesinato y posterior robo de una obra de arte.
El MI5 británico descubre que la obra de arte La Duquesa de Wellington -una pintura de Goya supuestamente perdida que en realidad se llama La Maja Desnuda y se encuentra en el Museo del Prado- ha sido hallada tras su escandalosa desaparición en el siglo XVIII por una restauradora asesinada por un torpe terrorista que busca financiar una revolución con el dinero depositado en una cuenta bancaria en Suiza, cuyo código fue anotado en el reverso de la pintura al concluir la Segunda Guerra Mundial. El Inspector Martland (Ewan McGregor), un oficial del MI5 y antiguo pretendiente de la esposa de Charles Mortdecai (Johnny Depp), Johanna (Gwyneth Paltrow), le solicita al endeudado millonario ayuda para averiguar quién está detrás del crimen y cuál es el paradero de la pintura.
A pesar del carisma de Johnny Depp y Ewan McGregor, y de las buenas actuaciones de Gwyneth Paltrow y Paul Bettany, y de la breve pero agradable aparición de Jeff Goldblum, ni el guionista Eric Aronson ni el veterano y exitoso guionista devenido director, David Koepp (Jurassic Park, 1993, Mission: Impossible, 1996, Panic Room, 2002), logran encontrar el punto justo de equilibrio para la adaptación de la historia al cine. La inocencia del humor y la futilidad del guión hacen parecer a la historia no solamente fuera de época sino también carente de atractivo y falta de suspenso.
La historia original retoma todas las actividades del autor Kyril Bonfiglioli, como la venta de obras de arte y la práctica de esgrima, con un espíritu satírico y aventurero que es recuperado por la película a riesgo de caer en escenas ingenuas e incluso zonzas. Lo que en el comic funcionaba como un thriller con toques de humor negro y tendencias psicóticas y antisociales (las cuales transformaron a Mortdecai en una novela de culto), en la película parece un triste soplo de este vigor cáustico e irónico que generó muy buena repercusión dentro del mundo del comic.
Desgraciadamente, Mortdecai no consigue transmitir la picardía original de la obra de Bonfiglioli ni imponer nuevas capas de análisis para un personaje que merecía una adaptación más arriesgada. El respeto excesivo que el equipo creativo y los actores le propinaron a la obra resultó en un producto fallido y anodino que con unas cuantas buenas ideas podría haber opacado fácilmente la era de los vacuos superhéroes que nos acosa.