Doce apóstoles y una docena de empanadas
Una película sangrienta le queda corta, lo triste es que esté basada en hechos reales. La película del Motín de Sierra Chica es un canto al descuido, la inoperancia y la falta de contención estatal que nos queda presente en la memoria de la década de los noventas, donde sus protagonistas están perdidos en todo sentido de humanidad como de rumbo. Sí uno se pone a pensar los simbolismos de los hechos narrados, en cierta forma la película los toma, pero también los deja por la mitad, teniendo en cuenta que la religión está presente, fue en semana santa y a la banda principal se la denominó “Los 12 apóstoles”. Una gran ironía para un universo sin reglas.
Se trata de una versión libre de los hechos que se especula ocurrieron en esa semana santa de 1996. Es ficcional por necesidad. Los presos mantuvieron un pacto de silencio con lo acontecido, por lo tanto, más allá de las certezas de ciertos asesinatos macabros, también los mitos forman parte de ese relato cinematográfico, lo cual suma para brindarle al espectador una dosis de sorpresa.
Siendo sincero desconocía la historia en sus profundidades, creo que es necesario que el espectador se involucre mínimamente con la historia, aunque no demasiado, si quiere que el desconcierto lo atrape. La película empieza mostrando a los protagonistas por sus nombres reales y los motivos que los llevaron hasta allí. Ahí se entiende la rivalidad entre los dos sectores de entrada.
Por un lado, la banda de Gapo, de la cual tiene la actuación especial del músico Piti Fernández de las Pastillas del Abuelo (en un papel secundario), por el otro la banda de Peralta y Broca que son los que toman el penal con la intención de huir en un principio, pero al fallar, deciden declararle la guerra a la banda rival. La presentación es suficiente para entender que Gapo tiene mucho más peso que la otra banda.
Se notan ciertas dificultades de producción de la película al utilizar el efecto del croma en un par de oportunidades, grabar en una cárcel de máxima seguridad no debe ser fácil, pero los efectos no fueron muy logrados. Las actuaciones son acordes, pero no se destacan, la sensación es que no hay un protagonista, no hay un líder, sino que el mismo acto es el que se va imponiendo como protagonista. Una desorganización intencionada, tanto entre los presos como en las autoridades que lleva a que una jueza termine como rehen dentro del penal y protagonice el único momento de paz entre tanta sangre, muerte y desparrame, en una pequeña historia de amor con Peralta.
Se abordan los mitos más fuertes del motín, el canibalismo, el fútbol con la cabeza humana, el sentido de pertenencia de los policías y la bestialidad en general de los reclusos. El relato logra su intención, mostrarnos un mundo donde las normas más básicas no se cumplen, en el cual la falta de oportunidades y la carencia de otro futuro generan que el ser humano llegue a los lugares más primitivos, mientras las autoridades esquivan sus responsabilidades, inclusive en los peores momentos, y el Estado ausente, en todas sus escalas, es el real protagonista.
En definitiva se trata de una historia dura, no apta para seres sensibles, donde la desesperanza y la carencia de héroes es su principal fortaleza.
Por Germán Morales