Las empanadas del siglo
¿Por qué existe una película como Motín en Sierra Chica (2013)? Y cuando nos hacemos esta pregunta no se refiere al tema tratado sino a como alguien que tiene varias obras en su haber puede hacer semejante desastre cinematográfico, poniendo en ridículo a un grupo de actores experimentados y sometiendo al público a ver una de las bizarradas más grandes del cine argentino.
La historia es bien conocida por todos. En la Semana Santa de 1996 varios presos intentan fugarse del penal de alta seguridad de Sierra Chica cercano a la ciudad de Olavarría en la provincia de Buenos Aires. Para esto, un grupo de 12 reclusos, conocido luego como los 12 apóstoles, amotinan a la mayoría de los presos y rápidamente toman como rehenes a varios guardias. El desenlace: Ocho días de motín, varios muertos, una jueza prisionera y la leyenda de las empanadas de carne humana.
Jaime Lozano, de la que su obra habla por sí sola, alcanza el zoom de su carrera cinematográfica con una película que lo pone en ridículo y que está predestinada a convertirse en una de las peores de la historia del cine argentino. Privilegio reservado para un grupo élite de realizadores de bodrios a los que Lozano pudo superar sin mucho esfuerzo. La pregunta es saber cómo una persona puede hacer todo tan mal. La respuesta es clara: no sabe cómo hacerlo y por eso le sale como le sale: pésimo.
En Motín en Sierra Chica está todo mal y no por culpa del equipo artístico y técnico que se nota que hizo lo que pudo para salir airoso o al menos no caer en el ridículo. Sino por una cabeza a la que no le importaba el producto final sino que claramente tenía un interés para nada cinematográfico. Las escenas dramáticas causan risas, los efectos son tan berretas que parecen hechos por alumnos de un jardín de infantes y la continuidad no existe. Ni hablar del guión paupérrimo que convierte un drama policial en una comedia "clase b".
En épocas en que desde muchos lugares se hace lo posible para estigmatizar las políticas cinematográficas y al cine argentino, que se le siga dando dinero a directores como Jaime Lozano no hace otra cosa que darle la razón a quienes critican los subsidios al cine. Motín en Sierra Chica es un robo y tal vez el mejor lugar para su hacedor sea terminar en Sierra Chica. Claro que es solo una ironía.