Lo importante no es filmar bien, sino filmar. - Jean-Luc Godard
Olivier Marchal hace películas para ajustar cuentas con su pasado en la fuerza policial. La catarsis resulta demasiado evidente y sus desbordes de rabia se traducen en una tendencia al exceso a la hora de retratar la mediocridad del género humano y el cinismo de la institución. Sin embargo, el atractivo componente autobiográfico sumado a dos actores de prestigio lograron que El muelle fuera celebrada por gran parte de la crítica y el público, felices de encontrar a un humilde artesano capaz de fabricar una película de género popular, lejos de los delirios elitistas del cine de autor.
Para MR 73 Marchal elige una historia todavía más sombría y sórdida, avalada por su experiencia personal como única garantía de autenticidad. Las intenciones están claramente manifiestas: la cara poco reluciente de la policía es el reflejo de la sociedad. La oposición entre el policía de la vieja escuela y su colega arribista y corrupto pierde credibilidad a fuerza de tanto choque. A pesar de todo, podemos rescatar a un Daniel Auteuil irreconocible en el papel de veterano alcohólico moralmente deshecho y físicamente destruido, frecuentado por los fantasmas de un confuso episodio que dejó a su mujer postrada. Pero ahí nomás vuelven los problemas, porque esta confusión es inaceptable para una película que allana el camino del espectador con una gran cantidad de flashbacks explicativos, efectos estilísticos pomposos y consideraciones psicológicas triviales.
Cerca del final, el antihéroe se dirige con la cabeza gacha hacia la inexorable fatalidad, provocando una inflexión deliberada hacia la tragedia moral que se revela tan inverosímil y grosera como la reflexión final sobre la redención. El director intenta compensar la falta de intensidad dramática con bellas imágenes, valiéndose siempre de los mismos tintes, el ambiente fuera de época y las lluvias diluvianas, para describir el descenso a los infiernos del protagonista. Marchal fuerza la negrura con la técnica, utilizando una película casi quemada, con blancos deslumbrantes que se ajustan perfectamente a la estética de lujoso telefilme policial de qualité.
En realidad, no hay que reprocharle a Marchal su visión pesimista del mundo, sino más bien su concepción profesional del cine, según la cual una buena película es la suma cualidades técnicas. La esmerada fotografía de Denis Rouden, junto a la gran composición del policía desencantado a cargo de Daniel Auteuil, el montaje nervioso de Raphael Urtin y la capa de melancolía que aporta la música de Bruno Coulais. Todo el mundo hizo bien su trabajo para que MR 73 sea un producto anodino que privilegia la suma de destrezas de gente del oficio en detrimento de la expresión de un autor.