El desencanto del policial negro
Ya nos había ocurrido algo similar con el anterior film del realizador francés Olivier Marchal: El muelle (2004), donde Gerard Depardieu y Daniel Auteuil despuntaban un dueto interpretativo formidable, al servicio del policial noir. Con tal antecedente, y nuevamente con el gran Auteuil en las calles de Marsella, MR73 no podía menos que seducirnos. Pero para hundirnos en un abismo más profundo.
Auteuil compone aquí a Schneider, un policía desvencijado, quebrado, que transpira alcohol por sus poros. Hay una historia de peso afectivo, trágica, que corroe sus venas mientras transita un equilibrio cada vez más delicado. Se le perdonan desórdenes públicos por ser quién es: alguien otrora reconocido, ahora vencido.
Así, Schneider aparece como enclave entre dos historias. Por un lado, la investigación sobre un asesino serial, perverso sexual. Por el otro, la liberación de un criminal avejentado, que desata los temores de la hija de las víctimas. En un caso, avanzamos en un sentido progresivo durante las pesquisas que permitan dar con el paradero del asesino; en el otro, desandamos el camino que permitiera la paradójica cadena perpetua del ahora liberado. Como si se tratara de un ir y venir. En medio de estas dos vertientes, decíamos, Schneider.
Mientras lo acompañamos en su proceder, cada vez más ilegal y provocado por sus faltas sucesivas, conoceremos sus habilidades, a la vez que nos adentramos en un cuerpo policial corrupto, que esconde su basura mientras investiga crímenes. Ambigüedad que pone en jaque continuo no sólo a tal institución, sino a la misma sociedad de la que forma parte.
Desde estos lugares, MR73 subraya su carácter deliberadamente noir, más lo que significa una dirección fotográfica fría, que acompaña una puesta en escena sórdida, lluviosa, de paredes húmedas e inmensas, donde moran tanto policías como criminales. Lo irrespirable del lugar se traduce, también, en los momentos donde Schneider busque la terraza donde beber su whisky: el cielo plomizo impide cualquier grieta de luz.
Imposible dejar de lado la caracterización de Daniel Auteuil, actor gigante, que carga sobre sí una vida frustrada. Schneider cuelga de las paredes de su habitación las fotografías de las víctimas. Duerme junto con ellas. Ha hecho de su vida un infierno (o ha caído en él, sin siquiera haberlo buscado), sólo le resta posibilitar la salida del mismo a otros, aún cuando para ello deba hundirse todavía más.
MR73 es un film desencantado, que se estructura -así como otros grandes policiales negros desde un hecho real. El rostro de Schneider, escondido tras una máscara oscura, adquirirá su matiz definitivo cuando más resplandeciente parezca. Y aún cuando el desenlace del film permita un nacimiento, una nueva posibilidad de vida, lo que nos golpea es el quiebre final, la desesperación última. Allí cuando el personaje se nos muestre desde su último hálito de dolor.