“MR73. La última misión” comienza en un colectivo, con una persona borracha que amenaza, arma en mano, al chofer, quedando el resto del pasaje como rehén.
A partir de allí se descubre que este personaje, Schneider, es un policía que, en el pasado, fue de los mejores y que, por una tragedia, su vida se fue hundiendo igual que él, en el alcohol.
“Todos somos una bomba a punto de explotar” –dice al comienzo uno de los personajes. Y podríamos pensar que esta “bomba a punto de explotar” es la realidad social, en la que estamos inmersos y que el realizador nos muestra con tanta crudeza.
¿Cómo no estallar?
Cuando el sistema judicial deja libre e impune a seres siniestros como los representados en “MR73”, ¿cómo no estallar? ¿Hay salida?
Las respuestas quedan planteadas en Schneider y en Justine, dos alternativas que se nos presentan a lo largo de esta historia, una historia oscura y depresiva.
“MR73” simboliza una de las posibles “salidas”. No la que yo elegiría.
Este filme completa la trilogía comenzada en “Gangster”. Le sigue “El muelle” y por último “MR73”.
Basada en hechos reales, puede verse sin necesidad de conocer las anteriores.
Un policial distinto. Un policial que dispara la crudeza de un sistema a punto de estallar