Schreider (Auteuil) es investigador de la división homicidios de la policía de Marselle. Tras un accidente, donde pereció su hija, mientras su esposa quedó postrada en un hospital es estado vegetativo, Schreider se refugia en el alcohol para ahogar sus penas, e involuntariamente secuestra un colectivo, por lo que termina siendo relegado de rango. Sin embargo, su habitual compañero le pide ayuda para resolver una serie violaciones y asesinatos, que se asemejan a los de un asesino que atrapó 20 años atrás, que al mismo tiempos, queda liberado condicionalmente, mientras que la único testigo del asesinato por el cual fue encarcelado, espera la hora para vengarse del hombre que mató a sus padres.
Durante tres décadas (50s, 60s, y 70s), gracias a las películas de Jean Pierre Melville principalmente, pudimos disfrutar de excelentes policiales franceses que no se limitaban a entrar dentro de la categoría de film noir. No se caracterizaban sus historias por ser más oscuras que el alma de sus personajes. Sus protagonistas eran policías imperfectos incorruptibles, pero débiles a la vez, humanos. Eran melancólicos, tristes, nostálgicos.
Tras el fallecimiento de Melville, el puesto quedo vacante. Se podría decir, que artistas de diversas etnias como Michael Mann de Estados Unidos y Johnny To de Hong Kong, supieron ocupar el puesto, pero dentro de Francia, faltaba algún director capaz de revivir el género.
Podríamos decir, que Claude Chabrol siempre fue un maestro indiscutible del thriller, pero el policial negro propiamente dicho lo revivió Olivier Marchal.
Si bien su primer película, Gangster no tuvo demasiada difusión, el segundo, El Muelle, contaba con un duelo interpretativo atractivo, capaz de atrapar al mayor detractor del cine francés. Auteuil y Depardieu juntos interpretando a dos policías sospechosos de estar involucrados en casos de corrupción, eran una combinación explosiva.
Sin embargo, Marchal se dejo seducir demasiado por los aspectos comerciales, y la película dejaba un poco que desear.
Para MR 73, film que completa una suerte de trilogía acerca de la corrupción policiaca, Marchal se envuelve mas en los climas que generaban las películas de Melville, y convierte a su (anti)héroe, o alter ego en un personaje Melvilleniano, lleno de contradicciones, impulsos erráticos, honesto, violento y rencoroso a la vez, que bien podría haber sido interpretado en mejores tiempos por Alain Delon.
Sin dudas, el punto mas alto de la película es la complejidad psicológica del personaje de Schneider, tanto desde el guión como por la impresionante actuación de Daniel Auteuil, quien con pocas palabras y apenas unos pocos gestos, refugiado tras unos lentes oscuros que no terminan de tapar sus ojos, y un bigote que apenas le deja un espacio a su boca, se pone la historia al hombro.
Marchal maneja los climas de forma soberbia. La lluvia que cae sobre Marselle es parte de un escenario lúgubre, turbio y denso.
No se trata simplemente de la historia de un asesino serial, sino también un “tour de force” sobre la mente de un hombre que no puede cambiar su destino, que debe luchar contra los fantasmas del pasado, el alcohol y la corrupción policiaca en su departamento, además de vivir bajo la incertidumbre de escaparse con su capitana, de la cual está enamorado, o serle fiel a su esposa moribunda.
Marchal es mucho menos explicito y mas implícito a la vez en la manera de exponer la información y los hechos que en El Muelle, más profundo, la trama tiene muchas capa; se toma su tiempo para empezar la historia, por lo que la película, tarda un poco en empezar, aun cuando tiene un prólogo realmente exuberante.
El problema, es que Marchal no se conforma con contar la redención de un personaje, y su relación con el entorno a través de la búsqueda de este violador y asesino. Para complejizarlo más aun, decide incorporar como trama paralela, la historia de Justine, una joven embarazada que cuando era niña fue testigo del asesinato de sus padres. Cuando se entera que el asesino saldrá bajo libertad condicional exige justicia al policía que lo atrapó: Schneider, lo que deriva a una seuda subtrama romántica.
Tanto todo lo que rodea a Justine (la relación con su abuelo y la hermana) como este punto romántico, le quitan un poco de dinamismo al film, y lo que es peor aun, le dan un tinte sentimental y lacrimógeno, especialmente en el montaje final, que le saca un poco de tensión al relato. Marchal amaga con convertir su policial en un culebrón, pero logra inclinar la balanza con alguna escena de acción dosificante. Además, tanto a nivel visual como en los aspectos técnicos e interpretativos (tiene un gran elenco secundario además), la película resulta irreprochable.
Aun cuando el recurso del flashbacks realentado y en blanco negro resulta un poco anticuado, aun cuando tenga algunos estereotipos, clisés, y lugares comunes, como por ejemplo la imagen del policía corrupto, previsible desde el momento que entra en escena, aun cuando es demasiado solemne y pretenciosa; MR 73, es fiel a su título original: un arma anticuada, pero poderosa. Una película que remite a lo mejor del cine de género francés: ecos de El Samurai o Historia de un Policía se pueden llegar a encontrar entre los tiroteos y el melodrama.
Más allá de tomar una posición dubitativa sobre si seguir por una senda comercial – industrial, o el camino del autor inescrupuloso, Marchal confirma que es un gran narrador para seguir de cerca.