Búsquedas y espejismos
El realizador uruguayo Alvaro Brechner confirma con Mr. Kaplan, su segundo film, que se trata de una de las voces más frescas del panorama cinematográfico actual en Latinoamérica. No es por completo extraño por tierras marplatenses ya que participó de la competencia oficial en 2009 con su ópera prima, Mal día para pescar, film que resultó una revelación no sólo por transmitir el espíritu de los relatos de Juan Carlos Onetti -recordemos que estaba basado en el cuento Jacob y el otro- sino también por la astucia con la cual se movía entre géneros disimiles sin perder personajes queribles y un relato contundente que cerraba de forma épica. Con esta segunda película confirma que no se trata ya de una revelación, sino que sus condiciones están probadas con un estilo que demuestra un enorme amor por los géneros clásicos sin resultar anacrónico.
En Mr. Kaplan el protagonista que da título al film sobrelleva una vejez sin mayores sobresaltos tras escapar los horrores de la Segunda Guerra Mundial en su juventud. Octogenario y amargado por creer que en su vida no ha dejado un legado significativo, de repente intuye encontrar en un viejo alemán que vive cerca de la playa un motivo para justificar su existencia: la caza de un nazi que habría permanecido viviendo de incógnito hasta el día de hoy. Ofuscado por la poca importancia que le dan sus compañeros de la diáspora, decide emprender la misión de atrapar al nazi junto a un ex policía algo tosco y con problemas de bebida, que tiene un pasado del cual busca redimirse desesperadamente.
La búsqueda del sentido une a estos dos personajes en una caza quijotesca donde se repiten elementos de budddy movie que ya habíamos visto en Mal día para pescar. En sus tramas desfilan improbables antihéroes con una fuerte impronta dramática, contando también con trazos del western y la épica sin perder en ningún momento el sentido del humor.
Sin que logre fluir con la misma fuerza que su ópera prima y permitirse caer en el cliché ocasionalmente (uno no puede dejar de advertir el artificio sensiblero de secuencias como, por ejemplo, cuando Wilson observa a su familia desde la calle, lluvia incluida), el timing, la calidad actoral -que tiene en el gran Héctor Noguera su punto más alto- y su capacidad para mezclar géneros y salir airoso la hacen una pieza agridulce hasta su plano final, que confirma la habilidad de Brechner en la dirección.