En determinado momento de su vida Jacobo Kaplan (Héctor Noguera), el protagonista de “Mr. Kaplan” (Uruguay, 2014), entiende que su vida está por llegar al fin.
Esto es algo que él siente profundamente, algo que no sabe cómo compartirlo con su mujer Raquel (Nidia Telles), y mucho menos con sus hijos, quienes viven reclamándole por cada paso que da sin consultarles.
Pero no pasará mucho tiempo hasta que ellos se den cuenta de lo mal que se siente Jacobo y también de ciertas “anomalías” en su comportamiento y “olvidos” que los alertan y preocupan sobre su estado de salud.
Caprichoso, e insistente sobre cómo manejarse en la rutina diaria, deciden asignarles un conductor llamado Wilson (Néstor Guzzini), un personaje bastante particular que pasa sus días tomando cerveza y jugando a un viejo flipper, para así tener cierta tranquilidad.
Enojado, Jacobo acepta el compañero y con éste generará un vínculo particular a partir de un descubrimiento fortuito sobre la verdadera identidad de un vecino, quien podría ser un ex jerarca Nazi y a quien querrán desenmascarar a toda costa.
Si en una primera etapa el filme bucea sobre la ancianidad y sus implicaciones, en una segunda “Mr. Kaplan” (Uruguay, 2014) toca en clave de comedia el siniestro plan nazi de reubicación en el tercer mundo para evitar ser apresados.
Alvaro Brechner dirige la película con un tono que prefiere destacar el humor ante las situaciones complicadas que se van a ir presentando y en las que el ridículo y el grotesco son puestos a la hora del día para profundizar en una buddy movie, porque en eso se convierte, que sintetizará en poco menos de dos horas la tragedia latinoamericana y sus vínculos con el régimen Alemán.
Noguera compone su personaje con una precisión y un respeto por su labor increíble, y es secundado por los notables Guzzini y Telles, quienes se dejan atrapar por la historia, que sin llegar a tomar totalmente características de policial asume y rescata varios puntos de los tradicionales filmes de investigación.
Pero como sabemos que estamos ante una comedia, el director brinda momentos de gag únicos, con el punchline a flor de piel y con la certeza que éste es el mejor camino para poder construir un filme que habla de la épica de dos personas sin rumbo y su obsesión por sentirse útiles al menos en parte.
“Mr. Kaplan” posee una cuidada producción y puesta en escena en la que predomina una reconstrucción de época particular (fines de los ochenta/principios de los noventa), primando una paleta de colores primarios estridentes y únicos (con prevalencia del amarillo y azul).
Ese contexto es en el que Brechner ubica a los personajes y así logra también una atmósfera propicia para que el trazo grueso, y algunos excesos en los lineamientos de los personajes, pasen a un segundo plano.
Si en su anterior filme “Mal día para pescar” (2009) el director lograba una empatía inmediata con sus personajes (Orsini y Van Oppen) en medio del contexto de la lucha libre, aquí la ancianidad y el nazismo pueden ser tamizados en tono de comedia por su buen manejo de la narración y la exploración de los conflictos para incluir la historia.
“Mr. Kaplan” es una agradable sorpresa que merece una oportunidad en medio de tanto tanque y blockbuster que llega para arrasar con la taquilla de fin de año.