El clima y lo terrible crean algo que pocas veces es tan claro en el cine: una verdadera encarnación del miedo.
Siempre hay una ballena blanca. Una ballena blanca o una película de terror argentina realizada con seriedad y fuera de la habitual precariedad disfrazada de “bizarro” que abunda en el campo.
Alejandro Fadel ya había demostrado su manejo impecable del plano y el clima en su discutible pero fascinante “Los salvajes”. En esta película hay un tipo con una mente destrozada y un monstruo que puede o no existir, y crímenes sangrientos y perturbadores.
Uno de los temas es la posibilidad de que nuestra peor pesadilla se corporice. Otro, la libertad que implica abrazar lo salvaje e imposible. Otra más, la multiplicidad de la metáfora. Allí, en la tentación de transformar lo metafórico en alegórico es donde el film cae en algún error.
Pero el clima y lo terrible crean algo que pocas veces es tan claro en el cine: una verdadera encarnación del miedo. De cualquier miedo.