Una primera escena brutal, que se desarrolla a lo largo de un mismo plano, anuncia una apuesta de género nacional que no teme en llevar las cosas un poco más lejos de lo que estamos acostumbrados. Visceral y descarnada, da paso a una serie de imágenes de simetría perfecta, con paisajes montañosos que se nos presentan como tests de Rorschach y nos introducen a esta indagación en la psiquis humana. Con David Lynch como referente, Alejandro Fadel nos conduce por el mundo alucinante y alucinógeno de Muere, Monstruo, Muere, uno que atrae y no suelta, que hipnotiza, del que uno no puede ni quiere apartarse.