Las mejores películas de terror, y Muere, monstruo, muere, en la irregular tradición vernácula del cine de ese género, está entre las mejores, sacan provecho de la vulnerabilidad del lenguaje. Todo parece sujeto a la gramática y de lo que ahí se erige; a través del lenguaje se ordenan todas las experiencias, o casi todas, porque el terror comienza cuando este falla o resulta inoperante frente a ciertos hechos. Que el plano inicial de Muere, monstruo, muere esté dedicado a una mujer que pierde su cabeza, y que un poco más tarde el principal sospechoso afirme “estoy en un agujero entre las palabras”, no comporta ninguna inocencia. El terror empieza donde el lenguaje no acierta.