Un policial muy enredado
Inverosímil y extravagante policial ambientado en la Buenos Aires de mediados de los 80, con mucho glamour de plástico, partidos de polo, coleccionistas de arte, comisarios ingenuos y consumidores y jueces vendidos y sinuosos, una realidad no tan diferente a la de estos días. Asesinan a un homosexual en su buen departamento. Y un inspector de la Federal, con algún entuerto familiar, se encarga del caso, aunque el juez le aconseja no investigar demasiado. Se suma a la pesquisa un agente novato y alrededor de ellos entra y sale un cantante gay y la ayudante del inspector. La ambientación está bien y la presentación del tema, también, pero la realización (Natalia Meta, también guionista) deja muchos cabos sueltos, dirige mal los actores (Hugo Arana y Emilio Disi dan pena) y llena de pistas falsas una trama sin sustancia que revive el viejo juego del cazador cazado. La historia hace agua, se enreda y se complica y encima presenta un par de escenas efectistas (lo del nene con la pistola; la tropilla que galopa por Diagonal Sur; el crimen final) que restan más de lo que suman. Al final, cuando desfilan los títulos, aparecen imágenes nuevas que aportan otra mirada: ¿Qué paso? ¿No entraron en el corte final? ¿Agregan nuevas lecturas? ¿Completan o corrigen? Hasta en el segundo final la autora sigue tocando timbres en busca de nuevos ganchos narrativos.