¿Podría llegar a ser esta la producción argentina más promociona del año? Casi con seguridad. Su constante aparición en todos los medios, televisivos (aire y cable), radiales, ¿Internet?, gráficos, revistas, diarios, vía pública… y aquí me detengo un instante, pues en uno de los afiches con el que empapelaron Buenos Aires, desconozco que sucedió en el resto del país, rezaba, “hubo un asesinato en Buenos Aires”, mostrando a los actores con la leyenda: ¿Fue ël o ella?
El punto es que el dilema, el interrogante, el suspenso, la intriga, cada uno por separado o todos juntos, se dilucidan una vez que se terminó la presentación de los personajes, o sea, ya se sabe quién es el asesino. Un espectador atento, avezado, posiblemente lo descubra antes, no mucho antes, hasta allí pasaron sólo 15 minutos.
Pero esto es netamente culpa de un guión paupérrimo, con una trama principal que parece estar buscando una definición que nunca llega, y varias subtramas que de manera muy desprolija no se desarrollan, no se continúan, o no terminan por cerrarse, por lo cual genera que varios de esos personajes presentados en ese cuarto de hora inicial desparezcan sin justificación, como por arte de magia, y no por magia del arte que en este caso brilla por su ausencia.
Tampoco tiene demasiada justificación la elección temporal en que se desarrolla la historia, a fines de los ’80. ¿Podría ser la ausencia de celulares?
¿De qué la va la historia? Sus personajes centrales son dos policías. Ok.
El Inspector Chávez (Demian Bichir), policía experimentado, un duro, padre de familia, queda a cargo de la investigación de un homicidio ocurrido dentro del seno de una familia prominente, en uno de los barrios más elegante, caro y selecto de Buenos Aires.
En la escena del crimen, siempre acompañado por la leal policía Dolores Petri (Monica Antonopulos), encuentran al agente Gómez, alias “El Ganso” (Chino Darín), un novato que automáticamente se convierte en la mano derecha del inspector, ¿Por qué? Dolores aparte.
A medida que avanza la investigación (salvo Chavez todos ya saben quién es el asesino), las dudas harán caer la sospecha sobre el círculo íntimo de Chávez, por lo cual utilizará al novato para desenmascarar al asesino que particularmente no usa mascaras de ninguna naturaleza.
Esto dicho sin la menor intención de ofender, el punto que produce algún tipo de bronca es que todos los rubros técnicos son casi impecables. Hay escenas muy bien filmadas, particularmente, y desde lo estrictamente estético, una, nocturna, con caballos desbocados en pleno centro de la ciudad, sobre la avenida Diagonal Norte, es muy bella.
La dirección de arte es también casi perfecta hasta en los mínimos detalles, lo que redunda en una buena reconstrucción de época. Una colega me lo confirmaba, desde los atuendos usados por los personajes, asumo mi ignorancia al respecto sobre la diferencia de ropa que se usaba en esos y estos tiempos.
La iluminación, los encuadres, las posiciones y movimientos de cámara, que hacen alarde de clasicismo, no intentan, y damos gracias por eso, situarse en algo del orden de la vanguardia, y sobre todo la fotografía que es de muy buena factura; el diseño de sonido no tiene nada que envidiarle a cualquier película extranjera, no así la banda de sonido, en un escalón más abajo.
Asimismo, el diseño de montaje es el adecuado, y desde lo técnico bien realizado. Las actuaciones acorde a todo lo técnico, el mejicano Demian Bichir cumple con la personificación del policía porteño, sólo una o dos veces se le escapa una mejicaneada en el tono de voz; el Chino Darin está correcto en su performance; ni hablar del infalible Hugo Arana, quien aquí personifica de manera increíble a un jefe de policía cocainómano al que Stanfield, el personaje de Gary Oldman en “El perfecto asesino” (1994), ya lo empezó a envidiar.
Otra grata sorpresa en el rubro de las actuaciones es la dan Emilio Disi en el rol del juez y Carlos Casella en el rol de Kevin.
Entonces, buscando cual es el motivo que derrumba toda esa estructura volvemos al muy mal guión considerado desde varias aristas: construcción de personajes, inverosimilitudes varias, nunca ví que un policía casado, padre de un pequeño, llegue a su casa y deje el arma sin desarmar, martillada, al alcance de cualquiera, esta ridiculez da pie, o sea sólo esta puesta como justificativo, a otra escena posterior más inverosímil que la narrada con anterioridad.
Todo el guión entre repetición de situaciones que impiden el desarrollo del nudo del conflicto, malo y pequeño, pero lo tiene, con los clisés argumentales, atentan contra la empatia del espectador sin profundizar demasiado, hay un personaje que repite varias veces la frase “¿Que haces acá?”, a la cuarta vez que la pronuncia tuve la sensación, creo que a muchos espectadores le sucederá lo mismo, que se dirigía a mi persona, digamos habiendo tanta oferta en la cartelera porteña. ¿Qué haces acá?