Policías de Neón.
En la Argentina de los años ochenta, el vaciamiento de las empresas públicas causó una crisis política y económica que tenía como fin empujar a los ciudadanos a solicitar o aceptar pasivamente la necesidad de la privatización para sanearlas. Una de las consecuencias de esta crisis fue la organización de una serie de cortes de energía planificados en diferentes sectores de la ciudad para afrontar los problemas energéticos.
Este país que no conocía las cadenas multinacionales y que vivía a través de los negocios barriales que se sostenían con muchas dificultades y sacrificios y que soñaba con el primer mundo, tenía unas clases altas claramente definidas pero que también estaban en crisis. Así, los propietarios de terrenos cultivables que cada vez daban menos ganancias y los descendientes de personajes de alta alcurnia con apellidos dobles que remitían a protagonistas de la historia argentina, redefinían su identidad y su lugar en la economía del país.
Muerte en Buenos Aires es una metáfora sobre este contexto. Situada en 1989, un año de cambios importantes que transformaron la realidad, la identidad, la idiosincrasia y las expectativas de los argentinos, el film escenifica el asesinato de un miembro de la clase alta, Jaime Figueroa Alcorta, en su casa en el centro de la capital en una situación íntima sadomasoquista.
El inspector Chavéz (Demián Bichir) es designado para investigar el caso junto a su compañera Dolores Petric (Mónica Antonópulos), y comienzan a indagar en una pista de un oficial que llegó primero a la escena del crimen, el agente Gómez (Chino Darín). Todas las pistas apuntan hacia el responsable de las relaciones públicas del Jockey Club, Kevin González (Carlos Casella), un cantante de una banda de pop electrónico, amante del difunto y ladrón de cuadros.
La presión del juez Morales (Emilio Disi) y del Comisario San Filippo (Hugo Arana) ejemplifican la corrupción judicial y policial y el contubernio de la justicia y la fuerza pública con el poder económico, que en los ochenta provenía en gran parte del comercio de la cocaína, estupefaciente preferido por las clases altas y medias del mundo. En un recorrido por algunos de los lugares de Buenos Aires que siempre mantuvieron su esplendor, como Recoleta y cierta parte de Retiro lindante con el centro financiero y político de la ciudad, Chávez y Gómez investigan al sospechoso y toman el té en el Jocky Club, dejando en claro que lo único que importa es cerrar el caso pero no resolverlo ni encontrar la verdad, premisa de los sistemas judiciales de la teoría política occidental.