Un policial que camina y no galopa
Muerte en Buenos Aires es una ópera prima de Natalia Meta con todas las condiciones para acomodarse como uno de los potenciales referentes comerciales del cine argentino en la cartelera porteña dada su adecuada campaña de marketing y sus inteligentes estrategias de promoción, que resaltan la figura de Darín Jr y la presencia del mexicano Demián Bichir, quien en declaraciones públicas enfatizó las bondades del guión, de la propuesta y sobre todo de su personaje para dar su visto bueno a la convocatoria y sumarla a una carrera internacional donde realmente ha compartido cartel con grandes actores y fue dirigido por notables realizadores.
Pero toda esa impronta positiva se desinfla al tomar contacto con este policial que coquetea con la buddy movie al estilo Arma mortal, se mezcla con la sordidez en una trama que viste un homicidio de un hombre de la alta sociedad con apetencias sexuales masculinas en el contexto del Buenos Aires de aquellos años de las privatizaciones y los cortes de luz, mientras la música pop aquietaba las almas intranquilas y apostaba a imágenes paganas o a historias de amor de una noche.
Los personajes no cuentan con un desarrollo acorde a lo que pide un policial como el que se pretende desde el enunciado y donde todos los hilos son tan visibles como inverosímiles. Si el público logra evadirse de esta tensión entre lo que ocurre en pantalla y lo que debería ocurrir si es que se buscaba construir un relato policial preciso y atractivo por sus marchas y contra marchas es probable que sintonice con la propuesta de la directora y guionista Natalia Meta, solvente a la hora de dirigir pero con problemas de criterio a la hora de desarrollar personajes y un racimo de subtramas que no se resuelven de manera coherente.
Los méritos en los valores de la producción deben repartirse entre la fotografía, la musicalización y la propuesta estética en la que Buenos Aires y sus noches también ganan protagonismo, incluso más que algunos personajes secundarios planos como por ejemplo el juez a cargo de Emilio Disi o la policía en la piel de una desaprovechada Mónica Antonópulos, por citar un ejemplo concreto.
Las actuaciones de Bichir y el Chino Darín son correctas en relación a lo que cada uno de sus personajes está dispuesto a revelar en una trama que hace de las apariencias y el secreto su mayor capital.