Caminando en laberintos de neón
Nada es lo que parece en Muerte en Buenos Aires (2014), de Natalia Meta, no porque esta frase trillada encierre el entramado de relaciones que se irán tejiendo en la ficción, sino porque, principalmente, el aura nostálgica que le imprime la realizadora a toda la película termina atrapando y desconcertando a la vez.
Muerte en Buenos Aires cuenta la historia de Chávez, un inspector de la Federal, algo machista y estereotipado (Demián Bichir), que debe resolver un homicidio ocurrido en la alta sociedad porteña a finales de la década de los ochenta del siglo pasado. El neón fucsia y rosado iluminará los pasos que irá dando en medio de la profunda noche gay de Buenos Aires, espacio en el que supuestamente por los indicios y deducciones hechas hasta el momento, esconde al presunto asesino. Acompañado por el agente Gómez (Ricardo "Chino" Darín) y la oficial Dolores (Mónica Antonópulos) las presiones que irán recibiendo por parte de la familia y jueces allegados harán que cada vez que se acerquen a una pista algún giro se plantee para que la verdad permanezca oculta.
Para evitar que eso continúe deciden que el agente Gómez sea la carnada para que el asesino termine de confesar el delito. Así el joven oficial aceptará ser “seducido” por Kevin (Carlos Casella) un señor por las mañanas, y un cantante desprejuiciado en las noches, y que misteriosamente intentó escaparse luego del asesinato. “Dirigiendo” al equipo estará un distraído comisario (Hugo Arana) que sólo seguirá los pasos del resto sin una injerencia directa sobre la investigación.
Con una cuidada recreación de época, desde la vestimenta, mobiliario, programas de TV (La extraña Dama en las pantallas) y looks (basta con observar a Antonópulos, casi una chica de poster PAGSA), la ambientación y banda sonora van generando el clima sórdido en el que los policías deberán resolver el misterio.
Pero Muerte en Buenos Aires también cuenta otra historia, la de las incipientes pasiones que en la rutina laboral se van gestando y ocultando, porque a medida que vayan pasando los minutos y que los policías interactúen entre sí y con el entorno, todo se tornará denso y prohibido.
Natalia Meta además de hablar de lo que se dice y lo que no, argumenta a través de pequeños guiños históricos sobre una Buenos Aires que vive al ritmo de sintetizadores y cortes de energía, con una fuerza policial que se muestra como honesta frente a la complicidad y corrupción de la justicia (de antología el juez que compone Emilio Disi) y una serie de nefastos personajes (la hermana del muerto, Luisa Kuliok, el sastre elegido por la alta sociedad, Gino Renni, etc.) que una vez más hablan de la vulnerabilidad de las instituciones y el sangriento poder del dinero y las drogas en las altas esferas.
En un momento histórico en el que aún la moral pesaba sobre los cuerpos con una especial resistencia de Chávez para compartir sus deseos más íntimos, hacen más que interesante la propuesta de Muerte en Buenos Aires, un film con algunos baches, pero que a fuerza de detalles y actuaciones logra mantener el suspenso hasta el final.