En 2017 Kenneth Branagh dirigió y protagonizó como Hércules Poirot Asesinato en el Expreso de Oriente. La crítica no fue demasiado entusiasta, pero la película más que sextuplicó en taquilla su costo de 55 millones de dólares al recaudar 353 millones de dólares solo en su paso por los cines (340.000 espectadores en los de Argentina). Casi cinco años después (el lanzamiento se demoró varias veces por la pandemia) llega otra transposición de una célebre novela de la inglesa Agatha Christie con Branagh interpretando con acento francés al detectivo privado de origen belga. El resultado artístico, otra vez, es apenas correcto y -en medio de la crisis del theatrical- habrá que ver si el comercial se acerca al del film anterior.
Sé que el siguiente concepto conlleva en sí mismo una absoluta contradicción, pero aquí va igual: Branagh se toma las cosas en serio, prescinde por completo de las canchereadas e ironías tan en boga en el cine cotemporáneo, es extremadamente fiel al espíritu de la novela, pero al mismo tiempo esa nobleza de intenciones, esa apuesta old-fashioned, convierten al relato en una experiencia algo esquemática y conservadora.
Va otra idea: Muerte en el Nilo, nueva versión del whodunit publicado en 1937 que ya había sido llevado al cine por John Guillermin con un elenco encabezado por Peter Ustinov, Jane Birkin, Bette Davis, Mia Farrow, George Kennedy, Angela Lansbury, David Niven, Maggie Smith y Jack Warden, bien podría verse como un nuevo episodio dentro de una serie antológica. En efecto, Asesinato en el Expreso de Oriente -novela de 1934- tenía al mismo director, protagonista, guionista, director de fotografía (se rodó en 65mm) y músico. Si la fórmula sigue funcionando hay varios libros con el inefable Poirot listos para ser filmados como capítulo 3, 4...
Si Asesinato en el Expreso de Oriente transcurría a bordo de un tren, buena parte de Muerte en el Nilo (salvo un prólogo ambientado durante la Primera Guerra Mundial en el que descubriremos el origen del particular bigote del protagonista) ocurre sobre un barco que, claro, surca las aguas del río del título, con las imponentes pirámides egipcias de fondo. Un entorno suntuoso y pintoresco para plantear, desarrollar y resolver un típico misterio con asesinatos incluidos en el que (casi) todos tienen motivos para ser el o la culplable en cuestión.
Quedó dicho que la puesta en escena de Branagh es respetuosa y clásica al punto de resultar un poco demodé, pero las mayores fisuras se notan aquí en un elenco en el que conviven -no siempre con armonía- intérpretes de muy diversos orígenes, generaciones y estilos: más allá de la presencia de Branagh como director de orquesta detrás y delante de pantalla, el elenco incluye al “cancelado” Armie Hammer, Gal Gadot, Emma Mackey (la revelación de Sex Education), una desaprovechada Annette Bening, Tom Bateman, Ali Fazal, Russell Brand, Sophie Okonedo, Letitia Wright y Dawn French. Así, con sus apuntados altibajos, Muerte en el Nilo es tan convincente y limitado como ver un capítulo (doble y con más recursos de producción, claro) de la serie de turno.