"Muerte en el Nilo", dirigida y protagonizada por Kenneth Branagh
La película es una adaptación respetuosa del texto de Agatha Christie, con espíritu old-fashioned, casi demodé.
¡Qué semanita para Kenneth Branagh! Arrancó a todo trapo el martes, colocando bien arriba entre las ternadas al Oscar –con Mejor Película, Director y Guion Original como los rubros más importantes– a Belfast, su film autobiográfico centrado en las vicisitudes de un chico y su familia de laburantes en la capital de Irlanda del Norte durante la agitada década de 1960, que llegará a la cartelera comercial argentina el 10 de marzo. Con ello, además, se convirtió en la primera persona en la historia de la estatuilla de la Academia de Hollywood en conseguir nominaciones para siete categorías distintas a lo largo de su carrera. Y continúa con el lanzamiento mundial –varias veces postergado por la pandemia– de Muerte en el Nilo, que lo tiene ocupando la silla plegable e interpretando con acento francés al detective privado de origen belga Hércules Poirot, un doble rol que ya había realizado cinco años atrás en Asesinato en el Expreso de Oriente.
Formado en las tablas británicas bajo el influjo de grandes obras clásicas, con las de Shakespeare a la cabeza, Branagh –cuya ductilidad lo lleva a alternar proyectos más personales con otros de la factoría Disney, como Thor o la remake live-action de La cenicienta– se toma las cosas en serio, entendiéndose por “seriedad” no la ausencia de un espíritu lúdico –casi todo whodunit tiene una pátina juguetona entre sus pliegues-, sino el hecho de apostar por un relato vaciado de esas canchereadas o guiños tan de moda en el cine contemporáneo. Lo que hay aquí es una adaptación respetuosa del texto de Agatha Christie y de espíritu old-fashioned, casi demodé. De hecho, si no fuera por los ultradigitales y un tanto ridículos planos generales que sobrevuelan el río que atraviesa Egipto –donde trascurre la acción, a excepción de un prólogo ambientado en la Primera Guerra Mundial que explica el origen del voluminoso bigote rizado de Poirot–, Muerte en el Nilo podría ser una película fechada varias décadas atrás.
La cuestión aquí pasa, como en Asesinato…, por descubrir un asesinato en un vehículo en movimiento y aislado del exterior, por lo que la nómina de sospechosos es pequeña. El problema es que todos parecen tener algún motivo para haber matado a Linnet Ridgeway (Gal Gadot), futura heredera de una fortuna que aparece con un tiro en la cabeza en su camarote. Desde una ex pareja que todavía siente cosas por ella (Russell Brand) hasta su futuro marido (Armie Hammer), pasando por la ex de él (Emma Mackey, doppelgänger inglesa de la australiana Margot Robbie). Buen momento, entonces, para que el detective interrumpa sus vacaciones náuticas para aplicar su inteligencia deductiva interrogando a todos los pasajeros y la tripulación.
Poirot –y Branagh– parece divertirse escrutando los múltiples cauces que pudieron haber recorrido los hechos durante aquella noche. El problema es que esa diversión, aun cuando esté envuelta en un atractivo manto de misterio, se vuelve algo esquemática y circular: todo indica que el asesinato es A, hasta que A cuenta algo que conduce a B, éste algo que apunta a C, y así hasta casi el final. Muerte en el Nilo es, entonces, un predecible y nostálgico ejercicio de la vieja escuela. Con orgullo.