La nueva película de Verónica Chen ahonda en terrenos extravagantes. Por un lado, la historia de Ana (Haien Qiu), una muchacha de origen chino que no habla el idioma y, mientras se pregunta por su identidad y va lidiando con cuestiones sentimentales, trabaja como inspectora de higiene y descubre un asunto turbio. En paralelo, una trama acerca de experimentos con conejos que convierten a estos animalitos en criaturas devoradoras de otros animales. Ambas tramas se irán uniendo, para desembocar en un no menos esotérico enlace desenlace.
La película está mayormente hecha con actores, pero incluye secuencias animadas de estilo animé (dibujo animado japonés), sobre todo para mostrar los ataques de los conejos mutantes. Un recurso que otras veces está usado de manera equivocada (algunas escenas de diálogos) y genera bastante confusión. De todas maneras, el ritmo no decae, hay momentos de tensión (Ana conduciendo en medio de la ruta, siendo observada por los ojos rojos de los conejos, que observan camuflados en el pasto) y hasta podemos encontrar críticas a la experimentación con animales y sus terribles consecuencias...