Islandia constituye hoy una suerte de reserva natural, un país que vive de su naturaleza brava, inhóspita. Halla (Halldóra Geirharôsdóttir) está decidida a salvaguardar el carácter natural de la isla, defendiéndola de las corporaciones industriales y energéticas que llegan a la isla y amenazan cambiar el ecosistema. Esa mujer independiente vive sola, es directora de un coro y ha emprendido una serie de vandalismos ecológicos contra los proyectos del gobierno, que le han dado el apodo de “mujer de la montaña”. Algo viene a interrumpir su misión: ella no contaba con que su solicitud para adoptar un vástago sería respondida cuatro años más tarde, y una niña huérfana y víctima de guerra está esperándola en Ucrania
Apoyada por su hermana gemela (interpretada por la misma Geirharosdóttir) y un presunto primo granjero, Halla sigue adelante con sus proyectos. Pero todo se le pone difícil: por un lado, las nuevas tecnologías establecen un cerco que va limitando su acción de sabotaje. Es la naturaleza, con las irregularidades del terreno, sus grietas, sus ovejas, sus aguas termales, la que la protege de adelantos como los drones, las pruebas de ADN, los helicópteros que la sobrevuelan. Y, por otro lado, se establece el conflicto entre su maternidad y su misión con la Madre Tierra.
Benedikt Erlingsson ya nos había sorprendido gratamente con su película anterior Historias de caballos y de hombres(2013), en la que también la naturaleza cobraba un valor predominante. En esta oportunidad, a la naturaleza montaraz que defiende Halla agrega un toque surreal, o si queremos, de realismo mágico: hay permanentes testigos para todo lo que ocurre: una banda de tres músicos –tuba, acordeón o teclados y percusión-, y un trío de cantantes ucranianas, músicos que nadie más que Halla ve, pero que la acompañan desde el fondo del plano, casi como un coro griego, aportando la música diegética en brillante acto creativo; y un turista latinoamericano que es quien siempre paga por estar cerca del lugar de los sabotajes, y por ser sudaca: esta peor amenaza para la policía islandesa es la amarga nota cómica del film.
El talentoso Erlingsson no se ciñe a un género particular: circula entre el thriller, el drama familiar y la comedia. Narrado desde el punto de vista de Halla, no hay cuestionamientos a su accionar, sólo algunos comentarios de sus vecinos, que ven sus libertades restringidas por la búsqueda de la “mujer de la montaña”. La fotografía de Bergsteinn Björgúlfsson desarrolla un espléndido panorama de los escabrosos terrenos y los límpidos cielos de Islandia, en dramático contraste con el futuro que está llegando a esa tierra.