Dualidad en armonía
Una mujer en búsqueda de paz o justicia terrenal, representada por ella y su hermana gemela, con la misma motivación; una de temperamento revolucionario y la otra de carácter pacífico; siendo sustancial no detenernos en la forma y aspecto externo de cada una, sino en el motor que impulsa a ambas a recorrer un camino en apariencia diferente.
Mujer en guerra (Kona fer í stríð, 2018) es una comedia-dramática islandesa-ucraniana, escrita, producida y dirigida por Benedikt Erlingsson, y protagonizada por Halldóra Geirharðsdóttir. Halla, una directora de coro y activista, planea interrumpir las operaciones de una planta de aluminio en Islandia, dañando intencionalmente torres de electricidad y cables para cortar el suministro de energía. En paralelo, una solicitud olvidada hace mucho tiempo de adopción, es aprobada. Dado el éxito que obtiene el sabotaje, el gobierno intensifica los esfuerzos policiales y de propaganda para atraparla y desacreditarla. La película gira en torno a sus intentos de conciliar su intento de boicot con la próxima adopción.
El ingenio del director islandés Benedikt Erlingsson ofrece un film feminista y ecologista a la vez, donde presenta a una mujer de mediana edad que, adoptando una doble identidad, persigue el propósito de preservar el medio ambiente y por otro lado, una búsqueda interior. Una historia entretenida y colmada de un humor bizarro, en armonía con el drama fantasioso y surrealista, con reminiscencias al cine del serbio Emir Kusturika, con respecto a la temperamental voz del autor por su estilo humorístico propio y muy relacionado al recurso musical; y, por otro lado, las parodias del estadounidense Mel Brooks.
El guion consigue atrapar nuestro interés cuando esta activista con arco y flecha, se entera que una niña la aguarda en Ucrania. Los propósitos se unen, sin restarle importancia a ninguno de ellos y el relato continúa de manera inteligente y atrapante.
Es destacable, la importancia que adquiere la música, donde el compositor y los instrumentistas aparecen por sí mismos en el relato a la manera de un coro teatral, e incluso, por ciertos tramos, interactúan con la historia.
Una puesta en escena impecable y detallista, una fotografía imponente; acertados movimientos de cámara y planos majestuosos; una intrépida actuación de Halldóra Geirharðsdóttir como la mujer combativa y sosegada gemela en búsqueda de paz interior, ambas dispuestas a luchar por un mundo mejor y justo, confluyen en un film original y fresco.
El mensaje que queda tal vez, es que la guerra y la paz, simbolizan lo mismo, sin una no existe lo otra, convirtiendo a esta película, en un mensaje universal. Por lo tanto, consiste en una invitación diferente y actual para reflexionar al respecto, plantea la disyuntiva entre los beneficios del capitalismo moderno y el límite, en cuanto a la utilización de los recursos naturales y los posibles daños del medio ambiente.