No todos los días se estrena una película del calibre de Woman at War. En un panorama cinemático plagado de secuelas y refritos, lo nuevo de Benedikt Erlingsson (Of Horses and Men) es una refrescante combinación entre una lucha solitaria contra el sistema afín a una Erin Brockovich con pinceladas fuertes de una Misión Imposible en los hermosos parajes de Islandia. Es un caso muy especial, que me atrapó particularmente desde su avance, y supuso uno de esos casos en los cuales dicho adelanto representa fehacientemente el producto final. Erlingsson ha logrado una amalgama maravillosa entre panfleto ambiental, vehículo de acción y lucimiento de su protagonista, comedia y drama, todo al mismo tiempo, con un tempo impresionante y resultados aún mejores.
Bastan los primeros 10 o 15 minutos de metraje para adentrarnos en tema. En lo que es sin dudas una de las mejores escenas del film, Halla -una fascinante Halldóra Geirharðsdóttir, todo un descubrimiento- recorre a campo traviesa los áridos pero bellísimos campos de su Islandia natal. Lo que sorprende es su determinación para sabotear una enorme torre eléctrica que abastece a una fundidora de aluminio para, acto seguido, darse a la fuga perseguida bien de cerca por un helicóptero policial. Es un momento que quita el aliento y casi pone a la actriz a la altura de Tom Cruise y sus desquiciadas escenas de riesgo como Ethan Hunt, y una vez que evade la captura, regresa a su rutinaria vida como una directora de coro. Es un cambio brusco que descoloca para bien, y quizás no subraye el tono comédico del mismo gritándolo a los cuatro vientos, pero es el ritmo que maneja la historia de Erlingsson, que en menos de un cuarto de hora ha plantado las semillas de la narrativa y del rumbo de su película como un maestro indiscutido, y eso que es su segundo largometraje.
Como si no fuese poco que la feroz Halla sea una incansable activista y efusiva directora coral, un sueño suyo está a punto de cumplirse y podría complicar su nueva agenda extremista: ser madre. Una petición la acerca a una pequeña de 4 años, pero ¿cómo podría esta hermosa nena ucraniana introducirse en una vida al margen de la Ley? Es el gran acertijo que Halla y Woman at War lleva a sus espaldas, dilucidándolo en el camino con presteza y encanto.
Woman at War, Mujer en Guerra
Hollywood no tiene este tipo de ideas, y le toca al resto del mundo plasmarlas en la pantalla grande. Los hilos en apariencia inconexos de la historia se entrelazan de manera armónica con suficientes toques distintivos para hacerla única, pero también con puntos en común para que su relato resulte universal. No por nada Jodie Foster se hizo con los derechos para una adaptación americana que dirigirá y protagonizará. Pero hay algo completamente satisfactorio y único en la cual los elementos de Woman at War comienzan a integrarse, como la ingeniosa introducción de una orquesta presente en pantalla, acompañando a la protagonista en su trayecto, mientras que un coro femenino aparece en las escenas de cariz mas emotivo, y coalescen cuando las vidas de Halla se trenzan de manera irreversible una vez que el nudo narrativo está a punto de resolverse. Es un aspecto narrativo, auditivo y visual que se ha visto pocas veces y encaja a la perfección con el tono que le imprime su director, aparte de separarla del resto por su inventiva y decisión. Y qué decir de la fotografía de Bergsteinn Björgúlfsson, un trabajo brutal que captura los paisajes de Islandia de una manera que quita el aliento.
Pero el gran peso de Woman at War recae en la demoledora labor de Geirharðsdóttir, que se devora la historia por completo con una labor dual, ya que también interpreta a su hermana gemela, la practicante de meditación Åsa, con la cual genera un contraste interesante en cuanto a cuestiones filosóficas. Es un papel consagratorio que le exige mucho, pero la actriz islandesa sale tan o más empoderada que su Halla, y lista para llevarse al mundo por delante en sus próximos proyectos. Cuando no está compartiendo pantalla consigo misma, recibe apoyo secundario de Jóhann Sigurðarson como Sveinbjörn, un campesino con el que podría o no estar emparentado, que la ayuda en momentos poco auguriosos y siempre va acompañado de su leal perra llamada Mujer.
Woman at War fue la enviada oficial de Islandia a Mejor Película Extranjera de los pasados premios Oscar, y es fácil de ver el porqué. De naturaleza aventurosa, osada en su mensaje, y completamente poco convencional, es un triunfo del cine alternativo que no deberían dejar pasar si buscan una de las mejores películas europeas de los últimos meses.