Los años ’80 controlan nuestro presente. O eso parece, a juzgar por un nuevo renacer de la heroína favorita. En el mundo actual, donde las películas de superhéroes abundan e indigestan por su pobre factura, la revolución femenina toma las riendas del género y lo lleva de regreso a las épocas en donde el “Superman” de Christopher Reeve dominaba al mundo. Hollywood amanecía al cine de blockbuster. Eran tiempos del llamado relato posmoderno. Bajo tales coordenadas cronológicas y conceptos estéticos, “Mujer Maravilla 1984” emprende su rumbo, mientras Gal Gadot retoma el personaje que interpretara en la película estrenada en 2017.
La mirada de Patty Jenkins, su directora, nos ofrece el costado más frágil y vulnerable de la superheroína ficticia creada por William Moulton Marston para DC Comics. Una princesa guerrera de esencia mitológica y poseedora de poderes sobrenaturales. Publicado por primera vez en la revista de historietas “All Star Comics”, el aguerrido y valeroso personaje, en franca lucha por la paz mundial y la igualdad sexual, se convierte en el ícono perfecto para tiempos de mayor apertura. Una nueva perspectiva asoma para esta diosa entre mortales: es menester para Jenkins cambiar la escena contemporánea de superhéroes bañados en artificio, cuando heroínas pueden mostrarse capaces de triunfar individualmente en el cine, cargando sobre sí el peso de semejante superproducción. Quizás, también, buscando torcer el destino de anteriores desatinos como el de Halle Berry, calzándose el traje de “Catowoman” (2004).
¿Será la resultante suficiente? Si bien el retrato de su naturaleza se asume logrado, la exigua gravitación con respecto a la historia original proliferada en la presente película resiente la calidad de un producto que aborda lugares comunes ya explorados, desborda incoherencia en ciertas decisiones narrativas francamente incomprensibles y subraya con trazo grueso un enfático retrato masculino. No hacía falta…