LA HISTORIA INTERMINABLE
El deseo es el tema central de Mujer Maravilla 1984. El deseo de grandeza, de notoriedad, de superación, de no perder lo amado, y de aquello que hacemos para cumplirlo. Todo arranca con una pequeña Diana Prince queriendo ganar una suerte de decatlón de las amazonas y haciendo trampa. Ahí llegará la enseñanza y la moraleja, que la película de Patty Jenkins aplicará con carácter circular cuando los villanos, hacia el final, descubran que todo se les fue de las manos por desear demasiado. Lo mismo que le pasa casualmente a la película, que queriendo ser un gran espectáculo, una película inmensa y operística, no puede ser más que un bodoque de interminables e innecesarios 151 minutos.
Mujer Maravilla 1984 retoma el camino errático de la producción de DC que, casualmente, se había quebrado con la anterior película de Mujer Maravilla. Aquel había sido un relato mucho más clásico, con personajes carismáticos y una acción que no se desbocaba como en el iconoclasta cine de Zack Snyder (cabeza principal de toda esta franquicia de superhéroes), además de instalar una heroína con buenas credenciales como Gal Gadot. Luego vinieron películas mucho más amables como Aquaman o Shazam!, y el destino de estos personajes parecía encontrar un rumbo. Pero el deseo, el maldito deseo, engolosinó nuevamente a la compañía y entregó otra película de esas de las que uno se quiere ir a los pocos minutos. Ya no es cuestión de discutir la lógica de algunas situaciones (el regreso del personaje de Chris Pine, por ejemplo), sino de descubrir el estiramiento progresivo de una película que tiene muy poco para contar y sin embargo sigue, y sigue, y sigue. Un film con escasas y poco imaginativas -salvo una antojadiza persecución por Egipto- secuencias de acción, y con conflictos pobres que no llenan el vacío de sus tiempos muertos.
Seguramente uno de los problemas de Mujer Maravilla 1984 sea la construcción de sus villanos. Pedro Pascal y Kristen Wiig son dos intérpretes notables, pero aquí poco pueden hacer con personajes mal construidos y pobremente desarrollados. A esta altura no pasa porque ambos suenen a reescrituras de villanos anteriores (sobre todo la Barbara Minerva de Wiig, que es demasiado parecida a la Selina Kyle de Batman vuelve), si no a que sus conflictos son tan mínimos y se van fragmentando tanto en el tiempo, que la película no puede ser más que un loop de unos pocos minutos que se repiten agotadoramente. Seguramente el Maxwell Lord de Pascal tenía un sentido para el estreno original de la película, un empresario ochentoso que era un tiro por elevación a Donald Trump y que hoy, pasada la elección presidencial en Estados Unidos, luce un poco a destiempo como gesto político. Para colmo de males, todos los personajes se expresan tanto a través de sus frustraciones (incluso Diana y su amor imposible) que hace ver a Mujer Maravilla 1984 como una película un poco antipática, imposibilitando la empatía del espectador. Hacia el final, todo se vuelve bochornoso, con situaciones estiradas hasta lo imposible y un espíritu demasiado reblandecido en el que los malos al fin de cuentas no son tan malos, y merecen una nueva oportunidad (un mal de estos tiempos del cine sin villanos)… aunque no haya consecuencias aparentes sobre lo ocurrido y todo se vuelve absolutamente poco rigurosos, incluso para el género. Y uno desea y desea que la película termine. Pero, claro, cuidado con lo que se desea: puede que esta película aburridísima no termine nunca más.